Un accidente de auto toma la vida de un estudiante universitario cristiano camino a casa, un pastor recibe un diagnóstico de cáncer, una familia está de vacaciones cuando recibe una llamada que su casa fue destruida en un incendio.
Una de las preguntas más comunes que hacen los creyentes y no creyentes es por qué permite que sucedan cosas malas un Dios amoroso y todo-poderoso. Cuando se les hace esta pregunta a muchos creyentes, ellos se congelan, no sabiendo qué responder. O su respuesta débil es: “Bueno, no sabemos por qué suceden malas cosas, pero necesitamos confiar en Dios”. Pero los que comenzamos con el fundamento correcto, la Palabra de Dios, tenemos una respuesta sólida que está basada en la historia de la Palabra de Dios. Pero los que no empiezan con la Palabra de Dios tienen dificultad al intentar dar una respuesta satisfactoria a esta pregunta importante y emocional.
Uno de los argumentos más comunes que usan los ateístas para desafiar a los cristianos es el llamado “problema del dolor”. Si hay un Dios todopoderoso y amoroso, ¿por qué suceden cosas malas? Bueno, con esta pregunta el creyente puede dar la vuelta y desafiar al ateo: “En tu visión del mundo, ¿por cuál estándar defines las cosas buenas y malas?”
Ahora, en el cuentito de la evolución, la muerte es el héroe de la trama. En este punto de vista, los humanos están en la tierra por causa de millones de años de muerte, extinción, enfermedad, canibalismo y sufrimiento. Por medio de la estimación evolucionista, 99.9% de todas las especies que han caminado, nadado o volado en la Tierra ahora están extintas. Muchas de estas criaturas murieron en los supuestos cinco eventos principales de extinción, cada uno de estos eventos supuestamente mató al menos a tres-cuartos de las especies que habitaban en la tierra en aquel tiempo. Estos eventos de extinción, y la extinción en general, suponen haber permitido a las nuevas especies dominar el mundo por un tiempo. Así que, en el punto de vista evolucionista, la muerte y la extinción realmente son responsables por la llegada de la humanidad. Así que, en vez de rehuir de la muerte, deberíamos de agradecer a la muerte por habernos traído hasta aquí.
La evolución supuestamente avanza por la muerte del menos adecuado y la reproducción del más adecuado. Así que, si éste es el caso, ¿por qué deberíamos de ayudar al viejo, enfermo, débil y discapacitado? ¿No deberían ser eliminados por ser menos adecuados? Después de todo, en el mundo de la evolución el más fuerte sobrevive, y pobre de ti si naciste débil o menos adecuado. De acuerdo al punto de vista de un evolucionista, ¿qué “tan desfavorables” pueden realmente ser la muerte, la enfermedad, el sufrimiento, el cáncer y las discapacidades? En la naturaleza, el débil y enfermo muere y el fuerte sobrevive, pasando sus buenos genes a la siguiente generación—así es como supuestamente avanza la evolución. Entonces, ¿por cuál estándar llaman los evolucionistas estas cosas malas? ¡Ciertamente no por su propio estándar! Para tener un estándar de lo bueno y de lo malo, ellos tienen que tomar prestado un punto de vista muy diferente -el bíblico- para definir lo que es bueno y malo.
El ateísmo y sus enseñanzas inherentes de la evolución no pueden proveer una respuesta satisfactoria al problema de lo bueno y lo malo porque no tienen un estándar definitivo por el cual hacer tal distinción. Y si ellos no tienen un estándar para lo bueno y malo, ¿cómo pueden desafiar a un cristiano con una pregunta que, en su propia visión del mundo, es irrazonable? Sólo lo pueden hacer siendo inconsistentes con su propia visión del mundo.
Algunos cristianos tienen dificultad al contestar la pregunta del “problema del dolor” porque parten del fundamento equivocado. En lugar de leer a Génesis como historia literal, muchos cristianos han añadido ideas de hombres acerca de la evolución y millones de años. Algunos cristianos aceptan los millones de años, pero rechazan la evolución, mientras que otros aceptan la larga escala de años y la idea de la evolución, pero dicen que fue guiada y comenzada por Dios.
Los cristianos que sostienen cualquiera de estas dos posturas se encuentran con severos problemas cuando tienen que enfrentar al “problema del dolor”. Si la Tierra y la vida han existido por millones de años, entonces el registro de fósiles es tan solo la historia de millones de años de muerte, sufrimiento, cáncer, canibalismo y extinción. Para la evolución teísta, la muerte todavía es el héroe de la trama; sigue siendo por la muerte (y puede ser por un poco de la guía de Dios) que estamos aquí hoy. La muerte ha estado ahí desde el principio en esta versión de la historia.
Y aun así Dios llamó a Su completa creación “bueno en gran manera” (Génesis 1:31). La palabra en hebreo usada para “bueno” (טוֹב, ṭôb)1 aquí significa “agradable” o “excelente”, y la frase en hebreo traducida “en gran manera” (מְאֹד, me’ōd)2 significa “extremadamente”. Así que la creación original de Dios era “muy agradable” o “muy buena”-perfecta a los ojos de Dios-pero, ¿estaba llena de muerte? Esto significaría que Dios aprueba, consiente, o aun ve a la muerte como algo “muy bueno”. También significaría que la muerte ha existido desde el principio y que fue parte del proceso creativo de Dios.
Desde este punto de vista, ¿cómo explicas la muerte y el sufrimiento? Estas dos son herramientas que nuestro supuestamente amoroso y buen Dios usó o permitió para traer vida a la Tierra. Pero esta idea ciertamente no suena como un buen y amoroso Creador- hace ver a Dios como un ineficiente ogro que no tiene la habilidad o la sabiduría para crear algo sin usar la muerte y el sufrimiento. ¡Éste no es el Dios de la Biblia! La Escritura describe a Dios como amoroso (I Juan 4:8), misericordioso (Efesios 2:4–5), y cuidador aun del más pequeño pajarillo (Mateo 10:29) o los animales (Jonás 4:11). Decir que la muerte es parte de la creación original de Dios es poner en duda el mismo carácter de Dios.
Pero hay más malas noticias para el evolucionista teísta que trata de responder el problema de la muerte y el sufrimiento. Ellos no pueden apelar a la obra de Cristo en la cruz que es nuestra esperanza. Si la muerte había existido desde el amanecer de la vida, entonces la muerte vino antes que el pecado. Pero la muerte se supone que es la paga del pecado (Génesis 2:17; Romanos 5:12). Así que, ¿cómo pudo venir el castigo antes que el crimen? No puede. Entonces, ¿de qué vino a salvarnos Jesús? De hecho, ¿por qué tuvo Jesús que morir una muerte física si la paga por el pecado no es la muerte física? Cuando permites que la muerte vaya antes que el pecado, destruyes el fundamento mismo del evangelio y estás forzado a reinterpretar lo que hizo Cristo. De esta manera, ya no nos podemos regocijar con Pablo:
“Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (I Corintios 15:54–57)
¿Cómo podemos regocijarnos en la derrota de la muerte si ésta realmente no es el castigo por el pecado y si Jesús realmente no vino a tomar nuestro castigo sobre Él? ¡Pablo liga nuestra victoria en Cristo directamente con este pecado y la muerte! Para poder tener las buenas noticias del evangelio, primero debes de tener las malas noticias de Génesis.
Pero si comenzamos con la Palabra de Dios, no tenemos el problema del castigo antes del crimen porque la Palabra de Dios provee la respuesta al problema del dolor. El libro de Génesis registra que Dios creó todo dentro de 6 días literales de 24 horas, y que llamó a Su entera creación “bueno en gran manera” (Génesis 1:31). La creación original no estaba rota o arruinada por el pecado, sino que era sostenida perfectamente por Dios. Tristemente, no se mantuvo de esta manera. Adán y Eva escogieron desobedecer el mandato de Dios, y el castigo por la desobediencia y rebelión fue la muerte (Génesis 2:17, 3:1–24). La Creación se arruinó después del pecado.
Desde el punto de vista bíblico, la muerte no es una parte natural de nuestro mundo; de hecho, es un intruso y un enemigo (I Corintios 15:26). Es por causa del pecado de Adán que nosotros sufrimos muerte (Romanos 5:12) y que el mundo entero gime en quebrantamiento (Romanos 8:22). Dios no es responsable de la muerte, sufrimiento, dolor, enfermedad y quebrantamiento que vemos alrededor nuestro. Nosotros somos responsables de todo esto por causa del pecado en Adán. El “problema del dolor” no recae en Dios, recae directamente en los hombros de una humanidad pecadora en rebelión en contra de su Creador.
Pero Dios, por el amor por el mundo que Él había hecho (Juan 3:16), proveyó una solución a nuestro problema. Él se intervino y arregló el problema que nosotros habíamos causado por nuestro pecado. Y lo hizo por medio de la persona de Jesucristo. Jesús intervino en la historia como Dios-hombre, vivió una vida perfecta en obediencia a Dios (algo que nosotros hemos fallado en hacer), y escogió morir en la cruz por nuestros pecados. Él cargó en Sus hombros el castigo que nosotros merecíamos por nuestros pecados. Pero Él no se quedó muerto-Él se levantó victorioso, derrotando al pecado y la muerte, y ahora ofrece vida eterna a todo aquél que se arrepiente y pone su confianza en Él.
¡Éstas son las buenas noticias del evangelio! Ésta es la esperanza de cada creyente, sin importar por lo que estemos pasando. Nuestro más grande problema, el pecado que nos separa de Dios, ha sido vencido en la cruz, y ahora tenemos una eternidad que esperar. Y esta eternidad será libre de muerte, sufrimiento, dolor, lágrimas y la maldición de la caída (Apocalipsis 21:4, 22:3).
Los cristianos tienen la respuesta final y la esperanza en cuanto al problema del dolor. Sin embargo, eso no hace que sea fácil pasar por el dolor y sufrimiento. Pregúntale a cualquier cristiano creyente de la Biblia y él te va a decir que los cristianos aún batallan con estas cosas, pero la diferencia es que nosotros tenemos esperanza. Como Pablo dice: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. . . . Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (I Tesalonicenses 4:13–14, 18).
Ahora cuando la tragedia golpea a un cristiano, ya sean las circunstancias, enfermedades, desastres naturales o aun la muerte de un amado, es tentador preguntarse: “¿por qué a mí?” y enojarse con Dios por no evitarlo. Nosotros sabemos que la muerte y el sufrimiento no son la culpa de Dios—son el resultado de vivir en un mundo maldito por el pecado. Pero cuando el sufrimiento se vuelve personal, nosotros nos preguntamos por qué nos permite Dios sufrir de esta manera y por qué no lo para Él.
Dios nunca promete al cristiano una vida fácil y libre de dolor. De hecho, se nos promete que tendremos problemas y aflicción en este mundo (Juan 16:33). La diferencia es la esperanza y ayuda que tenemos en Cristo. Job-un hombre que pasó por inmenso sufrimiento–nos recuerda que muchas veces no vamos a saber la razón por la cual sufrimos, pero de todas formas la verdad se mantiene: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21), y “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25).
En respuesta a la pregunta sobre el significado de la muerte de algunos galileos a manos de Pilato, Jesús respondió: “¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13:2–5). Calamidades naturales ocurren en un mundo maldito por el pecado, y Dios no siempre interviene para impedirlas. Tristemente, ésta es sólo una de las consecuencias de vivir en un mundo caído que está arruinado por el pecado. Nuestra respuesta a dichas calamidades debería de ser la misma de Jesús-invitar a otros a arrepentirse antes de que llegue su tiempo de morir también.
Jesús dice que vamos a enfrentar dolor en el mundo: “. . . pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Y Pablo, a través del Espíritu Santo, da una promesa de Dios a todos los creyentes: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
No está prometido que vayamos a entender por qué no impide Dios que nos golpeen algunas tragedias: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8–9). Pero lo que sí está prometido es que Dios va a usar todas las cosas para el bien de los creyentes.
Como cristianos, tenemos la respuesta que necesita un mundo dolido. La siguiente vez que te acerques a alguien que ha sido lastimado por enfermedad, muerte, circunstancias o un desastre natural, llévalo a la Palabra de Dios. Muéstrale como la muerte y el sufrimiento son el castigo por el pecado, y cómo Cristo Jesús proveyó la solución al problema al morir en una cruz y al resucitar de los muertos. Por causa de Cristo Jesús nosotros tenemos esperanza para hoy y la eternidad.