El Creador en el pesebre

por Karin Viet diciembre 18, 2014
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En la verdadera historia de la Navidad, el Príncipe de Paz tomó forma humana, venció al pecado y a Satanás por medio de Su muerte y Su resurrección, y reconcilia a los creyentes que están llenos de pecado con el Dios santo.

El ballet clásico de Navidad, El Cascanueces, es una la historia de un cascanueces de madera cuya lucha contra el malvado Rey Ratón lo transforma de nuevo en un príncipe. La verdadera historia de la Navidad es mucho más milagrosa y magnífica: el Príncipe de Paz tomó forma humana, venció al pecado y a Satanás por medio de Su muerte y Su resurrección, y reconcilia a los creyentes que están llenos de pecado con el Dios santo.

Siendo el Hijo de Dios, este príncipe ha reinado en armonía con su Padre desde la eternidad pasada. La Biblia comienza con la verdad del Creador: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). El Evangelio de Juan comienza de manera similar e identifica al Agente de la Creación como el Hijo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).

En Navidad, celebramos el día que el Creador eterno entró a Su creación. Al Creador, lo pusieron en un pesebre debajo de los cielos que Él mismo extendió. El Hijo de Dios que no tiene límites adoptó las limitaciones humanas. Siendo un bebé, Jesús dependía de José y María para Su cuidado y Su alimentación. Sin embargo, la humildad de Su encarnación no afectó en nada a la gloria de Su divinidad: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).

Aunque estaba lleno de gloria, el Señor Jesús no fue bien recibido, incluso desde Su nacimiento. La cuna del bebé fue un pesebre, porque no se pudo encontrar un lugar adecuado. Unos humildes pastores visitaron al Salvador recién nacido. El rey Herodes trató de matar a Jesús al ordenar la masacre de los bebés en Belén. La creación no conoció ni recibió a su Creador: “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:10-11).

El mismo rechazo ocurre hoy en día cuando "Feliz Navidad" se sustituye por "Felices fiestas", y se prohíbe la exhibición pública de nacimientos (belenes). Estos cambios externos son señales de los corazones que rechazan a Jesús. Las personas cuelgan luces de Navidad, sin embargo, ocultan sus ojos de “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre” que “venía a este mundo” (Juan 1:9). ¿Por qué? “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:19-20).

La razón por la que muchos rechazan a Jesús, la “luz del mundo” (Juan 8:12), es porque aman el pecado que la luz de Cristo pone al descubierto. La humanidad pecaminosa prefiere aferrarse a su independencia, su inmoralidad, su idolatría, su irreverencia, y su indulgencias que entregarse a Jesús, quien es el único que salva de pecados y el Señor de la vida, con fe y arrepentimiento .

Muchos siguen rechazando al Príncipe de Paz, y el enemigo, Satanás, “el príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2), se esfuerza para cegar a los hombres para que no vean la luz: “en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4).

Pero hay esperanza. Dios Padre hace misiones de rescate en el oscuro territorio enemigo: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:13-14). Redención significa liberar mediante el pago de un rescate. Cristo dio su vida al Padre como rescate al morir en lugar del pecador (Mateo 20:28; 1 Pedro 2:24).

El Hijo voluntariamente se entregó para que lo pusieran en el pesebre y más tarde para que lo pusieran en la cruz. En su libro “God’s Gift of Christmas” (El regalo de la Navidad de parte Dios), John MacArthur escribe: “aquellas suaves manitas, formadas por el Espíritu Santo en el vientre de María, fueron hechas para que los clavos las atravesaran. Aquellos pies pequeños color de rosa que no podían andar un día caminarían hasta una colina polvorienta para ser clavados a una cruz. . . . Jesús nació para morir”. Sí, Jesús nació para morir por el pecado y para levantarse en victoria.

El pecador que recibe a Jesús se convierte en un hijo de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13). Debido al nacimiento de Jesús en este mundo para la redención, el pecador puede nacer en la familia de Dios. ¡Ese es un buen motivo para celebrar en Navidad y durante todo el año!

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