Nota del Editor: Este artículo fue publicado originalmente en la revista Answers.
¿De qué nos sirve decirle a la gente que Dios tiene toda la autoridad, que Él le ha dado toda autoridad a su Hijo Jesucristo, que Jesús mostró la autoridad de Dios al obedecer a Su Padre, y que Dios espera que vivamos nuestras vidas en sumisión a Su autoridad, si, de hecho, nosotros mismos no le obedecemos?
Santiago, uno de los escritores del Nuevo Testamento, deja claro que Dios quiere más que palabras de labios para afuera. Dios quiere obediencia. “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22).
Una historia del Antiguo Testamento, que se encuentra en 1 Samuel 15, habla puntualmente sobre la importancia de la obediencia a Dios en cada detalle.
A causa de los pecados de la nación amalecita, el rey Saúl debía llevar a su ejército en batalla y destruir a los amalecitas por completo. El profeta Samuel dijo explícitamente a Saúl: “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos, y mujeres, niños y recién nacidos, toros y ovejas, camellos y asnos” (1 Samuel 15: 3).
Reuniendo sus fuerzas, Saúl va a la batalla, derrota a la nación amalecita, y toma cautivo a su rey Agag. La Biblia dice: “Y tomó vivo a Agag, rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada” (1 Samuel 15: 8).
Como le fue mandado, Saúl destruye a los amalecitas y a la mayor parte del ganado, pero no cumple con todos los detalles de la orden de Dios.
“Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.” (1 Samuel 15:9).
El Señor le dice al profeta Samuel que el rey Saúl no llevó a cabo Sus órdenes. Como resultado de ello, Samuel pasa una noche sin dormir en angustia y en oración a Dios (1 Samuel 15:11).
A la mañana siguiente, Samuel se levanta temprano y busca a Saúl, quien está de gira por el país para anunciar su victoria, e incluso se está erigiendo un monumento en conmemoración de su logro.
Cuando se encuentran, Saúl elogia a Samuel y básicamente dice: “Misión cumplida”.
Sin embargo, Samuel responde con una pregunta clásica. “Si hiciste todo lo que Dios mandó, ¿por qué escucho el balido de ovejas y bramido de vacas?” Samuel le recuerda a Saúl que las órdenes provenían directamente del Señor, y que eran órdenes muy exactas, pero que Saúl no las había llevado a cabo.
Saúl le echa la culpa a la gente diciendo que eran ellos los que querían las ovejas y los bueyes. De hecho, sostiene que él hizo lo que le fue ordenado. En respuesta, Samuel condena las acciones de Saúl como la desobediencia directa, y Saúl responde con una confesión.
¿Es este el final de la historia? ¡No exactamente! Cuando Samuel le dice a Saúl que ha dejado de obedecer a la Palabra del Señor por completo, Samuel comparte varias verdades perpetuas sobre la importancia de la obediencia.
En primer lugar, Samuel le hace una pregunta y luego la contesta: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 Samuel 15:22).
Luego, Samuel llama las acciones del rey “rebelión”. Conocer los mandamientos de Dios y desobedecer incluso una porción de ellos es rebelión. Saúl, un rey que ejecutaba rebeldes, comprendió la gravedad de esta acusación.
Samuel hace otra declaración para enfatizar la gravedad de la desobediencia: “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación” (1 Samuel 15:23). ¡Samuel iguala la rebelión o la desobediencia, con prácticas de adivinación e idolatría! Este es un lenguaje fuerte, porque Dios realmente ve la rebeldía como un pecado grave.
Al final, Samuel le informa a Saúl que este pecado le costará su reino. “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”. Nuestras acciones (o inacciones) tienen consecuencias.
Es interesante que luego Saúl “se arrepiente”. Sin embargo, sospechamos que no fue una verdadera confesión del corazón, sino que admitió que había pecado porque temía al pueblo. De hecho vemos el verdadero corazón de Saúl cuando, mientras Samuel se vuelve para retirarse, Saúl agarra a Samuel por su túnica con tal fuerza que se rasga su capa. Samuel se vuelve hacia Saúl y dice que, así como Saúl ha desgarrado su abrigo, Dios le va a arrancar el reino a Saúl.
¡Qué consecuencia! ¡Cuán clara es esta ilustración para todos nosotros! La obediencia a la Palabra del Señor, no sólo en términos generales, sino en cada detalle, es muy importante para nuestro Dios.
En verdad, no es suficiente ser un oyente; tenemos que seguir hasta el final y ser hacedores de la Palabra. Nuestro Salvador nos dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
Dios no quiere compromisos de labios para afuera sino compromisos que salgan del corazón.
Señor, ¿qué área de mi vida tiene que estar bajo tu autoridad hoy, en completa sumisión a tu Santa Palabra?