La caída y una promesa

Devocional de Navidad: Día 1

por Lita Sanders noviembre 30, 2024
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Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Génesis 3:15

Cuando Dios creó el mundo, no había necesidad de un Evangelio. Adán y Eva ya tenían una estrecha relación con Dios; tenían todo lo que podían desear en el jardín paradisíaco que Dios había creado. para ellos. Pero Dios sabía antes de crear que el mundo no seguiría siendo "bueno en gran manera" durante mucho tiempo. Satanás engañó a Eva, y ella y su marido se rebelaron contra Dios.

Es difícil imaginar el terror que debieron sentir cuando Dios entró en el jardín por primera vez después de que comieron el fruto. Sabían que sus endebles coberturas de hojas no bastaban para vestirlos en su presencia, porque sus cuerpos desnudos no eran lo ofensivo: su pecado los manchaba hasta la médula. Satanás y los ángeles que cayeron con él fueron condenados sin posibilidad de misericordia. ¿Qué iba a hacer Dios con Adán y Eva?

La triple sentencia de Dios a la serpiente, Eva y Adán fue sin duda devastadora. Ya no vivirían en el Edén, y llevarían una vida de duro trabajo antes de morir y volver al polvo. Eva sufriría dolor en el parto, y La relación matrimonial estaría en sí misma manchada por la pecaminosidad tanto del marido como de la mujer. Pero dentro del juicio, hay esperanza. Las mujeres tendrían hijos, y eso no podría suceder si Dios planeaba matar a Eva antes de que pudiera quedar embarazada.

Más aún, uno de estos hijos, dado a luz dolorosamente por una mujer, derrotaría a la serpiente y desharía la maldición. Tal vez Eva recordaría esta promesa y, como haría su descendiente María, "atesoraba" la seguridad de que la maldición tenía fecha de caducidad. Cuando dio a luz a su primogénito, Caín, hizo el pronunciamiento que se traduce literalmente: "He engendrado un hombre: el Señor". Podría ser que su teología fuera muy avanzada, aunque mal aplicada; esperaba que el aplastador de serpientes fuera Dios y hombre. Su segundo hijo, Abel, tiene un nombre que significa "aliento", pero también tiene el sentido de "vacío" o "vano", lo que indica que tal vez para entonces se había dado cuenta de que sus hijos habían heredado una naturaleza pecaminosa y tendrían que esperar más tiempo para ser liberados.

Pero la salvación requeriría también un sacrificio de sangre, que Dios prefiguró sacrificando animales y vistiendo a Adán y Eva con sus pieles. Del mismo modo que Adán y Eva fueron cubiertos por los animales sacrificados en su lugar, la simiente prometida que aplastaría a la serpiente seria herida como elemento necesario para la salvación, y nosotros cubiertos por Su sangre.

La serpiente seria herida como elemento necesario para la salvación, y nosotros cubiertos por Su sangre.

Pasarían unos 4000 años desde la primera promesa de Dios de un Mesías hasta el nacimiento de Jesús. Muchas generaciones de creyentes vivirían y morirían creyendo en esta promesa y esperando su cumplimiento sin saber qué forma tomaría esa liberación. Los creyentes han pasado aproximadamente la mitad de ese tiempo desde la muerte, resurrección y ascensión al cielo de Jesús esperando su segunda venida, cuando manifestará plenamente su derrota de Satanás. Debemos emular la fe de los santos del Antiguo Testamento mientras lo esperamos pacientemente.

Lectura bíblica: Juan 1,1-4; Génesis 3,1-21

Pregunta para el debate/reflexión: ¿Cómo experimentamos hoy la maldición sobre la creación?

Sugerencia de oración: Agradece a Dios por proveer misericordiosamente un sacrificio por el pecado y ora por el pronto regreso del Señor Jesús.

Esperando la Promesa

¡Este devocional sobre las promesas de Dios desde hace 4000 años antes del nacimiento de Cristo resalta su gran amor por nosotros; al enviar a su único Hijo para ofrecer salvación a los pecadores!

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