Probablemente usted ya haya escuchado las noticias, pero se rumora que la Corte Suprema de los Estados Unidos está lista para anular el tan controvertido fallo de la corte que legalizó el aborto en toda la nación – El infame Roe v. Wade. La respuesta pública a la reciente filtración de un borrador ha incluido choque, indignación y júbilo—dependiendo del lado en donde la gente se encuentre con respecto a este asunto. De hecho, hay muy pocos temas que energizan y polarizan de la forma en que lo hace el tema del aborto. Los activistas a favor del aborto han salido a las calles a hacer demostraciones, los políticos se han apresurado a utilizar esta información para su propio beneficio en las elecciones intermedias, y entidades provida están preparadas para introducir proyectos de ley y aprobar legislación en apoyo a la tan largamente esperada abolición.
Tal como comúnmente lo es en nuestro mundo de hoy, la verdad puede ser difícil de discernir en medio de caos.
Las emociones se disparan y las conversaciones se acaloran. Se arrojan opiniones, acusaciones y justificaciones de un lado para otro —la cortesía y el decoro a menudo son dejados de un lado. Tal como comúnmente lo es en nuestro mundo de hoy, la verdad puede ser difícil de discernir en medio de caos. Uno de los argumentos que han surgido (tal vez más precisamente, resurgido) en el campamento del proaborto es la idea de que un bebé no nacido es meramente un parásito, tomando lo que necesita para desarrollarse de la madre.1 Para un cristiano que cree firmemente que la vida de cada ser humano ha sido creada formidable y maravillosamente a la imagen y semejanza de Dios y tiene valor desde el momento de la fecundación, ¡comparar a un bebé con una lombriz solitaria evoca una respuesta muy visceral! Sin embargo, tratando de no escalofriarnos… echemos un vistazo a lo que ellos proponen.
Con toda honestidad, el caso puede resolverse muy simplemente al ver la definición de un parásito. El parasitismo es generalmente categorizado como una forma de simbiosis, la cual es definida como una asociación unida y a largo plazo entre organismos de diferentes especies.2 Específicamente, un parásito es un organismo que vive en o sobre un organismo de otra especie (el anfitrión) y se beneficia al obtener nutrientes a expensas del otro.3
El hecho de que ambas definiciones; claramente define la relación entre organismos de diferentes especies nos permite responder simple y enfáticamente que un bebé en el vientre no es un parásito. Sin `embargo, es necesario reconocer que hay otras definiciones de parásito que han sido usadas en este debate y darnos cuenta de que tal vez debemos prepararnos a dar una respuesta más integral. Demos un vistazo un poco más profundo a nivel fisiológico.
El hecho de que ambas definiciones; claramente define la relación entre organismos de diferentes especies nos permite responder simple y enfáticamente que un bebé en el vientre no es un parásito.
Un parásito es ajeno al cuerpo e invade, de una forma u otra, para obtener lo que necesita del organismo anfitrión. Nuestro cuerpo ve al parásito como un objeto extraño invasor y monta una defensa para tratar de rechazarlo. Aunque muchos parásitos tienes formas únicas para tratar de evadir nuestro sistema inmunológico, una vez detectado, ocurren una serie de eventos asombrosos dentro de nuestro cuerpo para restringir o erradicar al invasor. La primera línea de defensa involucra lo que se llama inmunidad innata, la cual es un mecanismo no especifico mediado por numerosas células incluyendo fagocitos, células T, mastocitos, basófilos, y eosinófilos, al igual que el sistema del complemento.4
El sistema inmunológico innato frecuentemente falla en controlar adecuadamente la invasión parasitaria, y, en cuyo caso, se desarrolla la inmunidad adaptiva. Las células del sistema inmunológico adaptivo incluyen células T, las cuales son activadas a través de la interacción con células presentadoras de antígenos (CPAs), y células B.5 Este proceso de entrenamiento de varias células del sistema inmunológico para identificar a un invasor extranjero en particular, elaboran una estrategia de defensa efectiva, y recuerdan al invasor con el objeto de estar aún más preparadas en caso de que haya una futura invasión. Esto es nada menos que asombroso. Es comparable a las operaciones especiales en el ejército—son unidades de combate especialmente entrenadas para combatir enemigos focalizados que posan una amenaza específica. En este caso, los enemigos son parásitos que amenazan nuestros cuerpos.
A la luz de esta información, es interesante analizar el caso del embarazo, la presencia de un bebé viviendo en el vientre de la madre, como un ejemplo de un parasito. Mientras es cierto que vive dentro del vientre de la madre y extrae sus nutrientes de ella, lo cual podría parecer “parasítico”, la respuesta del cuerpo es muy diferente. De hecho, al considerar esto, ¡no puedo dejar de pensar que el niño es tratado mucho más como un invitado que como un invasor!
Pausemos por un momento y pensemos en las maneras en las que una buena anfitriona le da la bienvenida y cuida de su invitado. Si usted está esperando compañía, usted se prepara en anticipación a su llegada—limpiando, lavando las sábanas, haciendo mercado. Usted desbloquea la cerradura de la puerta, y apaga el sistema de seguridad para que los huéspedes tengan acceso a su hogar. Usted crea un ambiente de bienvenida para ellos. Usted prepara las comidas y hace la limpieza posterior. Además, como todos sabemos, puede llegar el momento en que el invitado se está demasiado tiempo y usted empieza a hacer las cosas un poco menos confortables para animar a los huéspedes a que partan. Y si las cosas empeoran, ¡usted los obliga a salir!
¡En realidad, hemos sido diseñadas para darle la bienvenida a un bebé como nuestro huésped! Nuestro cuerpo hace preparaciones antes de la llegada del bebé—inclusive antes de la concepción.
¿Cómo entonces se compara esto al cuerpo de una mujer y el embarazo? ¡En realidad, hemos sido diseñadas para darle la bienvenida a un bebé como nuestro huésped! Nuestro cuerpo hace preparaciones antes de la llegada del bebé—inclusive antes de la concepción.
Cada mes, el forro de la pared uterina aumenta su grosor y se prepara para la posible llegada e implantación del óvulo fecundado. El cuerpo de la mujer “apaga” el sistema de seguridad para permitir que el óvulo fecundado con material genético extranjero tenga un acceso seguro. Las células reguladoras T (Tregs) las cuales son una subpoblación de células T especializadas que actúan para suprimir la respuesta inmunológica, se acumulan y activan en el útero cada mes después de los cambios hormonales asociados con el ciclo menstrual. Aun más, estas células reguladoras protectoras son temporalmente reclutadas al útero después de tener relaciones sexuales, en caso de que resultaran en embarazo. Si la fecundación ocurre, las mismas células inmunológicas juegan un papel crítico en proteger el embrión y prevenir el rechazo del sistema inmunológico de la madre—aunque son genéticamente diferentes debido a los genes presentes del padre.6 Esencialmente, el embrión no es atacado sino más bien bienvenido en un lugar acogedor que ha sido preparado.
La placenta es un órgano increíble derivado del tejido del feto. Mientras que el suministro de sangre del bebé y de la madre no se mezclan directamente, hay una intricada interface con la pared uterina de la madre en donde pueden hacer intercambios. El bebé está conectado a la placenta a través del cordón umbilical, el cual no solamente transporta nutrientes como agua, glucosa, y vitaminas al bebé en desarrollo y lo provee de oxígeno, sino también elimina los productos de deshecho incluyendo urea, ácido úrico, y bilirrubina para ser desechados a través de la circulación de sangre materna. ¡Es una protección y un baño público!
Al igual que ocurre con cualquier huésped, ¡se llega la hora en que el huésped tiene que irse! típicamente (y como es de esperarse), cuando el bebé está completamente desarrollado, el proceso de nacimiento comienza. Las primeras contracciones causan que la cérvix se abra (dilate) y se ablande al mismo tiempo que se acorta (adelgaza) para permitir que el bebé se mueva dentro del canal uterino. El bebé nace durante un parto activo, seguido de la salida de la placenta. ¡El huésped sale por la puerta principal y su equipaje es expulsado detrás de él!
Para resumir, la reacción del cuerpo de la madre a una infección parasitaria es completamente diferente a su reacción al embarazo. No existe anticipación o comodidades cuando se trata de un parásito. Sin embargo, durante el embarazo, el sistema inmunológico humano monta un complejo mecanismo que prepara el útero, asegura el mantenimiento de la tolerancia inmunológica del bebe, y permite un abastecimiento continuo de nutrientes y oxígeno para el apropiado crecimiento y desarrollo.7 Así que, mientras la analogía del parásito en algo así como una guerra, la analogía en el caso de un bebé en el vientre es la de hospitalidad. El cuerpo pelea con uno y le da la bienvenida al otro. ¡Una madre, no sirve de alojamiento sino de anfitriona!
La reacción del cuerpo de la madre a una infección parasitaria es completamente diferente a su reacción al embarazo.
Así que, aunque no es verdad, no es sin intención que los que están del lado del aborto hayan perpetuado el argumento que iguala un bebé a un parasito. Deshumaniza y devalúa la vida de un bebé que no ha nacido. Justifica la decisión de una mujer de deshacerse de un “parasito”. Sin embargo, hablando en términos biológicos, no hay base para ese argumento. El bebé en Desarrollo no es un invasor; es el hijo de la mujer que está embarazada. El parasitismo y la procreación son dos cosas muy diferentes. Discernir la verdad es importante a medida que tomamos nuestra posición y participamos en este tema con la cultura. Esperamos que esto ayude a esclarecer dudas.
Seguramente hay argumentos científicos adicionales inclusive aún más convincentes por presentar, y sin embargo, uno de los más importantes para mi es la respuesta emocional humana. Estoy segura de que usted ha conocido a una madre que está de luto por la pérdida de un bebé que nació muerto. Tal vez pueda ser usted o alguien a quien usted ama. Los llamados “niños no deseados”—víctimas de la infame decisión de Roe v. Wade—son seguramente llorados en algún momento por alguien. Pero aún no he conocido a alguien que este de luto por la pérdida de una lombriz solitaria.
En nuestra mente sabemos que un bebé no nacido no es un parásito. Pero aún más importante, la Palabra de Dios es clara y dice que los bebés en el vientre, como seres humanos, han sido creados a la imagen de Dios (Génesis 1:26–27) y son conocidos por él (Jeremías 1:5). Y como portadores de la imagen de Dios, sentimos el terrible mal que es destruir a otros portadores de la imagen de Dios, particularmente en su estado más indefenso (Génesis 9:6; Salmos 10:13-14; Proverbios 6:17). El negar esto es negar a Dios mismo (Romanos 1:28).
Sería negligente al terminar este articulo sin mencionar puntos adicionales con respecto al asunto más controversial. Mientras la abolición de Roe v. Wade será una victoria para el movimiento provida, la batalla no será ganada allí—porque la moral no puede ser legislada. Roe v. Wade podrá ser abolida, y los estados pueden pasar leyes antiaborto, pero las mujeres que aun creen que el aborto es una solución viable simplemente encontraran su respuesta en otro estado, a través de píldoras abortivas que les son entregadas a la puerta de sus hogares, o a través de procedimientos tal vez aun más riesgosos y frecuentemente barbáricos. No, la batalla continua en los corazones y las mentes de los no creyentes. Porque el Espíritu Santo mismo dará la convicción necesaria para cambiar corazones.
¡Como cristianos en esta batalla, debemos continuar luchando la Buena batalla! Debemos continuar compartiendo las buenas nuevas con aquellos que se encuentran en situaciones al parecer irremediables. Como cristianos, debemos no simplemente acusar con el dedo a aquellos que se encuentran en dichas circunstancias. Debemos estar dispuestos a abrir nuestros corazones e inclusive nuestras casas para apoyar a dichas mujeres y a sus hijos, orando para que escojan la vida. ¿Caminaremos con la madre soltera que ha sido abandonada para cuidar de sus hijos? ¿Adoptaremos los niños que tal vez estén dispuestas a cargar en el vientre, pero no a ser sus madres? ¿Encontraremos en nuestros corazones el amar en vez del juzgar? Porque esto y la oración es lo que trae cambio radical que tanto se necesita hoy en nuestra nación. ¡Defendamos la autoridad de la Palabra de Dios — y hagámoslo con amor!
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13:34–35)