Hasta hoy, todos nacemos en una era de lucha intensa, rebelión y desconfianza, y nadie en su sano juicio desea ver este problema global como un legado que dejamos para nuestros hijos. ¿Cómo confrontamos y lidiamos los cristianos con la lista interminable de males en nuestro mundo? Incluso entre los cristianos, habrá muchas teorías y convicciones sobre cómo abordar estos males e injusticias, y una tarea difícil por delante es seguir comprometidos con el planteamiento bíblico, aunque este no sea el más popular en la cultura de hoy.
Un tipo de conflicto que a menudo enfrentamos es el tema de las relaciones raciales. Por ejemplo, la reconciliación racial ha sido una de las plataformas de controversia más flagrantes en la iglesia estadounidense (y el Occidente) durante los últimos años. Puedo observar cómo se desarrolla esto desde lejos, ya que vivo y soy ministro fuera de los Estados Unidos. Y oro por la pureza de la proclamación del evangelio y la unidad de mis hermanos y hermanas mientras la iglesia busca la dirección de Dios al atravesar esta experiencia difícil. Aunque el propósito de este artículo no es tratar directamente con este problema en los Estados Unidos, ofreceré un paralelo con problemas similares fuera de sus fronteras.
En enero de este año (2019), me encontraba enseñando un módulo de una semana de duración un seminario en un país latinoamericano. Compartiré una conversación extraña (la cual solo puedo parafrasear) que tuve con un pastor quien participaba en módulo después de la primera lección en el primer día. Él estaba notablemente agitado y me preguntó de una manera que me pareció bastante ofensiva, si las enseñanzas y los argumentos dados (en este caso, argumentos dados en contra de la teoría de la brecha y la reconstrucción de la ruina en las cuales se agregan millones de años entre Génesis 1: 1 y 1: 2) están basados en la teología "yanqui", la cual no tiene autoridad objetiva valor alguno de edificación en un contexto latino. ¡Esto realmente me tomó de sorpresa!
¿O hay una sola verdadera teología bíblica para una sola verdadera cosmovisión bíblica a través de la cual los hijos e hijas de Adán de todas las tribus, lenguas y naciones puedan ser renovados en un evangelio bajo un solo Señor y Salvador?
Había oído hablar de esta idea y la había percibido de manera sutil en varios países, pero nunca me había enfrentado a ella en un interrogatorio tan acusatorio y directo. La respuesta a la pregunta de este pastor conlleva repercusiones eternas, ya que sabía que su pregunta iba más allá de la "teoría de la brecha" o “la teoría de la reconstrucción de la ruina” a la esencia del evangelio mismo. ¿Es el evangelio solo una base optimista para la ideología nacionalista de cada grupo de personas? ¿Apoyan las Escrituras varias cosmovisiones, cada una según su propia conveniencia relativista? ¿O hay una sola verdadera teología bíblica para una sola verdadera cosmovisión bíblica a través de la cual los hijos e hijas de Adán de todas las tribus, lenguas y naciones puedan ser renovados en un evangelio bajo un solo Señor y Salvador?
A ¿Y a propósito, qué es la "teología yanqui"? Básicamente, es la idea de que un capitalista, invasor/conquistador utiliza las Escrituras para justificar su dominio y difundir la democracia "cristiana" en todo el mundo para tener un monopolio de los recursos, y otros poderes.
La "teología" opuesta sería un tipo de teología socialista de liberación, en la cual el mandato del "cristiano" trata más sobre quitarle a Satanás y a los nacionalistas capitalistas lo que propiamente les pertenece. Incluso, este tipo de "teología" se lleva a cabo por Nicolás Maduro, dictador de Venezuela, en la fecha en que escribo este artículo. Es por eso que alguien de su reputación se llama a sí mismo "cristiano".
Todos los días me siento más cristiano y más bendecido por la luz divina de nuestro Creador y Padre, por el Cristo Redentor quien me acompaña y me fortalece diariamente. ¡Dios bendiga a Venezuela para consolidar la paz y felicidad de nuestra gente! Amén.
¡Qué terrible es ver a la gente secuestrar el evangelio de esta manera para obtener ganancias políticas! Este problema no solo existe al usar las palabras cristiano, teología, iglesia, evangelio e incluso a Jesucristo de maneras antibíblicas, sino que también puede engañar a cristianos verdaderos pero débiles, que quitan sus ojos de Cristo y por las promesas de retribuciones políticas y sociales. Sin importar de qué lado caigan. Todos llegamos a Cristo desde diferentes contextos, por lo que sería prudente considerar esto en nuestros propios corazones.
Hay una gran complejidad en los múltiples niveles de injusticas políticas, sociales y generacionales, pero en Cristo no debemos cambiar nuestro mensaje para que encaje con nuestra parcialidad adaptando el mensaje del evangelio para acompañar la insistencia social de enfoque en los males del día. En cambio, debemos confiar en la infalible Palabra de Dios como nuestra ancla. Debemos elevar a Cristo no solo como el factor de unión para la iglesia sino como el único para cuya gloria es el amor de la iglesia y la vida en ella. En este contexto, nuestra unidad dentro de la iglesia debe ser una descripción de los medios, pero nunca el fin.
Demos un paso atrás y veamos una visión más objetiva de nuestras diferencias como seres humanos desde un panorama que reemplaza nuestro contexto actual en la historia. La totalidad de la raza humana es y ha sido precisamente eso: la raza humana, no las razas. Tenemos los mismos orígenes humanos, las mismas necesidades humanas básicas, con las mismas preguntas existenciales. Todos nosotros nacemos en un mundo caído y estamos tratando de darle sentido dentro de nuestro propio entorno. También compartimos el mismo problema humano del pecado (Romanos 3:23), y la Biblia revela el destino seguro para nuestra enfermedad terminal compartida: la muerte, que es la paga del pecado. Pero la buena noticia es que la Biblia ofrece el mismo remedio para esta raza humana: el evangelio de Jesucristo.
Dicho esto, también compartimos diferencias: algunas son individuales, familiares, comunitarias, nacionales, tradicionales y culturales, etc. Estas diferencias se deben a muchos factores, lo que requeriría una lista extensa para ser exhaustiva. Para nuestros propósitos, es más sencillo afirmar cuáles no son nuestras diferencias. Nuestras diferencias no son "raciales". Las ideas de razas humanas no son bíblicas ni científicas.1 Una antropología verdaderamente científica (utilizando la ciencia observacional) no sabe nada sobre razas biológicas.2 Una antropología bíblica tampoco sabe nada sobre razas biológicas de los seres humanos.
Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente . . . (1 Corintios 15:45).
Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. (Génesis 3:20).
Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra . . . (Hechos 17:26).
A lo largo de las Escrituras está el entendimiento universal de una raza humana: una familia extendida de Adán y Eva. Las barreras geográficas posteriores a la Torre de Babel resultaron en aislamiento. Este aislamiento de la interdependencia y la comunión universal formaron diferentes grupos y fueron un resultado directo del juicio de Dios por nuestros pecados.
Antes del diluvio de Génesis, “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra…” (Génesis 6:5), uno puede equivocarse fácilmente al concluir que el diluvio lo erradicaría. Dado a que los males de nuestro mundo son simplemente el resultado de los corazones perversos e incognoscibles de los humanos (Jeremías 17: 9) después de la caída, no debería sorprendernos que la sociedad que se formó de la familia de Noé después del diluvio también se volvería malvada.
Debido a sus pecados, cayeron bajo el juicio de Dios, quien confundió sus idiomas, obligándolos a separarse y migrar (Génesis 10-11). Cada grupo de personas, cultura, etc. hoy tiene sus orígenes formativos en este evento bíblico de la Torre de Babel. Una de las razones por las cuales este evento es importante es el hecho de que nuestras diferencias no son intrínsecas. La manera en la que un grupo de personas piensa y actúa como una sociedad no es ni puede ser una excusa general acerca de su "identidad" para no ajustarse a las verdades bíblicas objetivas y universales de la Iglesia de Cristo. Tampoco la deben usar para conformar el evangelio de acuerdo con sus agendas. Esto es tan cierto para Venezuela, Cuba, Rusia, Arabia Saudita y China, como lo es para los Estados Unidos o en cualquier otro lugar. Sí, todos nosotros podemos caer en esta falacia.
El apóstol Pablo, un judío de la tribu de Benjamín, muestra en su famoso sermón en Atenas la comunalidad de la "humanidad" para presentar la universalidad del evangelio como el único remedio para ella. Pablo logra esto al enfatizar los elementos comunes intrínsecos con los atenienses para eliminar cualquier excusa cultural o religiosa hacia la idolatría:
El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. (Hechos 17:24-27).
Este sermón es vital porque le recuerda a los oyentes y lectores la importancia de una antropología bíblica para entender el evangelio. Pablo nos muestra cómo un entendimiento bíblico del evangelio no solo se basa en quién es Dios, sino también en quién es el hombre. Ya que el evangelio se trata de que Dios se glorifique a sí mismo a través de la salvación de los humanos pecadores, ¡cuán crucial es tener una teología bíblica apropiada (theology proper3) y una antropología bíblica! En muchos círculos, hoy en día el enfoque está muy puesto en lo anterior (teología bíblica apropiada) sin una comprensión y una aplicación adecuadas de este último (antropología bíblica). Es crucial tener en cuenta que podemos llegar a conclusiones erróneas si nos perdemos la enseñanza bíblica antropológica.
Por ejemplo, vemos esto cuando el apóstol Pablo se encontró predicando a un grupo de atenienses de un grupo étnico, cultural, y religioso diferente. Es interesante notar que Pablo no solo se enfoca en los atributos de Dios sino también en los de la humanidad: “Y de un [hombre/sangre] ha hecho todo el linaje de los hombres. . .”. Luego, apela indirectamente a lo que sus propios poetas y filósofos habían deducido acerca de la creación, lo que se da a conocer de Dios desde el principio (Romanos 1: 19–20). Observe cómo la cosmovisión, la cultura y la religión de los atenienses no proporcionan ninguna licencia con respecto a la santidad de Dios:
Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. (Hechos 17:29-31).
Podemos aprender mucho si tenemos en cuenta cómo el evangelio rompió barreras religiosas, culturales, étnicas, y lingüísticas (en cumplimiento de Hechos 1:8). Observe cómo supera los prejuicios entre los judíos sionistas, los judíos helenísticos, los samaritanos, al menos un eunuco etíope (ceremonialmente impuro), un gentil cesariano e incluso filósofos atenienses. Solo imagínese cuánta historia entre estos grupos podría imposibilitar una iglesia unida en Cristo; ¡cuántos males tenían que corregirse! Vemos que el evangelio de Jesucristo no fue y no es un medio de retribución social, ya que la verdadera enseñanza del evangelio es que todos somos pecadores sin esperanza ante el único y verdadero santo Dios Creador. Nuestro llamado es al arrepentimiento de nuestros propios pecados, y no a llevar la cuenta de los pecados de otros. Entre los creyentes, la reconciliación puede y debe ocurrir, no por retribución, sino por un cuerpo de Cristo unificado y redimido, cuyo testimonio puede mostrar cómo el ser perdonados por Dios puede desbordarse en perdón hacia nuestros hermanos y hermanas. Con todos los temas candentes de hoy día, dentro y entre diferentes grupos de personas, debemos recordar que la Biblia presenta una imagen diferente de unidad a aquella unidad simplemente por el bien de sí misma. Como cuerpo de Cristo, tenemos un mayor y mejor llamado a la unidad. La verdadera unidad en la iglesia se encuentra en Apocalipsis 7: 9-10:
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.
Este tipo de unidad depende de un par de factores. Primero, los que están unidos son de todas las tribus y pueblos y lenguas. Como iglesia, necesitamos tener un corazón para todos los grupos de personas porque debemos amar a nuestros vecinos como a nosotros mismos. Y la mejor manera de amar a otros seres humanos es desear y buscar lo que es mejor para ellos: la salvación en Jesucristo, seguida por la adoración a nuestro Señor y Salvador salida de sus labios y corazones para Su gloria eterna.
Segundo, esta unidad depende de estar “vestidos con ropas blancas”. El lavado de nuestros pecados se da solo a través del evangelio de Jesucristo. No nos esforcemos por traer a todas las naciones de regreso a la Torre de Babel, donde su unidad se centró en su propia gloria (la ciudad y la torre), sino en la gloria de Dios en Cristo Jesús. Por lo tanto, en este texto, lo que compartimos no es un idioma, un tono de piel o una cultura. Lo que nos une es a quien estamos adorando: al único Dios trino. Y a través de Cristo, Dios está llamando a una raza adámica de todas las tribus, lenguas y naciones a la redención.
No tomemos a la ligera el poder del evangelio para la gloria de Dios, al permitir que se use de forma indebida para una unidad temporal, terrenal y superficial. Mantengamos nuestros ojos en Cristo, hoy y para siempre; tomemos la mano de hermanos y hermanas de todas las tribus, lenguas y naciones, no por el bien de las naciones sino por Cristo. Por lo tanto, la mejor manera de lograr el mayor y eterno impacto en la reconciliación entre los grupos de personas es llevarles el evangelio no adulterado.
Al final de la semana de enseñanza en el seminario latinoamericano que mencioné al principio, el mismo pastor se me acercó de nuevo, pero esta vez con un aspecto completamente opuesto. Con lágrimas en sus ojos, pidió perdón por la manera en que había comenzado la semana entre nosotros y me contó cómo el Señor se le reveló durante toda la semana y lo había quebrantado. Me dijo que yo nunca sabría cuán convicto fue por Dios a través de Su Palabra. No me alcanzo a imaginar todo lo que quería decir con eso, pero estoy muy feliz de saber que el Señor estaba trabajando en él. Solo puedo pedirle al Señor a diario que me muestre en dónde también yo he usado mal Su Palabra para mis propias inclinaciones personales.
El problema de las relaciones de "raza" es universal, y se nos manda llevar un evangelio bíblico e inalterado a todas las tribus, lenguas y naciones de tal manera que no se mezclen con nuestras agendas sociales. Para que esto suceda, debemos asegurarnos de alejarnos de nuestras agendas nacionalistas o sociales las cuales manchan el mensaje puro del evangelio de Cristo.
Hoy y siempre, ¡Soli Deo Gloria!