La primera edición del año 2017 de la revista National Geographic ha ocupado recientemente los titulares. En la portada se observa a Avery Jackson, una niña transexual de nueve años, vestida de rosado, mirando con orgullo la cámara. El subtítulo dice: “Edición especial de la revolución del género”, seguido por la cita de Avery: “Lo mejor de ser niña es que ya no tengo que fingir que soy niño”.
La editora en jefe escribe: “Hoy en día . . . las creencias sobre el género están cambiando rápida y radicalmente. Por eso, este mes estamos dedicando la edición de la revista a una exploración del género, examinándolo a través de los ojos de la ciencia, los sistemas sociales y las civilizaciones a lo largo de la historia”. En un artículo en línea sobre esta edición escriben:
Nuestra portada no viene con una agenda política o partidista. Hemos creado el tema del género tal y como hacemos cualquier tema, con la intención de investigar, comprender y explicar.
Cualquiera que lee la revista se da cuenta inmediatamente de que ésta tiene una agenda. Además, ni siquiera se expresa la visión bíblica sobre el género o la sexualidad, y la visión predominante que acepta todos los comportamientos está enredada por todas partes. Sin embargo, la revista también aborda varios temas globales muy importantes. Resumiré los puntos primordiales de los principales artículos a lo largo de este escrito y luego me enfocaré en la Palabra de Dios para hacer ver cómo los creyentes deben entender y responder a estos asuntos.
Uno de los primeros artículos ofrece consejos del sitio web para padres de la Academia Estadounidense de Pediatría sobre cómo conversar de género con los hijos. Aconsejan a los padres a “asegurar que el ambiente de su niño refleje la diversidad en los roles de sexo y oportunidades para todos”. Animan a los padres a apoyar los intereses y talentos de sus hijos, sin importar si coinciden o no con los roles de sexo de nuestra sociedad.
Ellos continúan instando a los padres que la identidad de género “no puede ser cambiada por ninguna intervención”, aunque observan que algunos niños “que están disconformes con el género en la primera infancia crecen hasta convertirse en adultos transgéneros. . . y otros no”, y que los padres necesitan hacer de sus hogares refugios de seguridad, amor incondicional y aceptación “por lo que son sus hijos”.
Luego hablan de orientación sexual, recomendando que los padres hablen abiertamente con sus adolescentes acerca de la sexualidad y “no duden en discutir sus creencias y sus razones”.
Ellos terminan explicando que el papel más importante de los padres es “ofrecer comprensión, respeto y apoyo a su hijo” confirmando su decisión sin prejuicios, mientras se les recuerda que la identidad de género y la orientación sexual no pueden cambiarse. Luego advierten a los padres que busquen señales de intimidación, ansiedad o depresión y que ayuden a sus hijos frente al acoso.
Este artículo se complementa con “Replantear el género”, que intenta aplicar la ciencia para ayudarnos a incursionar por el “terreno cambiante” del género. Se analizan varios “trastornos” de género, así como los últimos hallazgos de la neurociencia, incluyendo estudios que sugieren que los individuos que se identifican como transgéneros podrían tener “cerebros que se asemejen más a los cerebros de su género autoidentificado que los del género asignado al nacer”. La historia también incluye historias individuales de personas transgéneros en todo el mundo.
La revista destaca las luchas y problemas únicos de ambos sexos, y lo que significa ser hombre o mujer en todo el mundo. En el artículo “Tengo nueve años”, los niños, incluidos los niños transgéneros, de diversas culturas explican cómo el género les afecta. Para algunos, el género no es una barrera para lograr lo que ellos quieren. Para otros, está limitado por lo que su sociedad cree que hombres y mujeres, niñas y niños, deben hacer o ser. Esto incluye a las niñas que saben que van a ser forzadas a matrimonios abusivos, los muchachos renuncian a acosar inevitablemente a las mujeres, y las niñas que reconocen que no van a recibir una educación simplemente porque no son niños.
“Hacer un hombre” examina los ritos de iniciación en la virilidad en todo el mundo. El autor habla extensamente sobre su propio hijo quien:
… se está acercando a la virilidad en una cultura estadounidense que se inclina hacia una sociedad neutral al género. . . [él] no puede confiar en los roles tradicionales de hombres y de mujeres para tener una idea de lo que significa ser hombre. . . . Los científicos y los eruditos no pueden ofrecerle, ni a ninguno de nosotros, mucha claridad.
Una pobre imagen corporal, trastornos alimenticios y otros problemas que asolan a las jóvenes norteamericanas es el punto central del tema “Chica norteamericana”. La solución que se ofrece es luchar con mensajes positivos y apoyo de grupo. “La vida peligrosa de las chicas”, un informe impactante de lo que soportan muchas mujeres jóvenes en Sierra Leona, incluye historias de mutilación genital femenina, matrimonios y embarazo de adolescentes, y falta de educación.
La edición termina con una opinión que sugiere:
Una vez que reconocemos que la identidad y la expresión de género existen a lo largo de un espectro, ¿por qué debemos aferrarnos a la caracterización rígida de hombres y mujeres? El objetivo último, sin duda, es permitir que todas las personas se definan a sí mismas como seres humanos, romper las categorías asignadas y desafiar la sabiduría recibida.
La confusión con respecto al género, la sexualidad, la masculinidad y la feminidad está desenfrenada en nuestra cultura occidental. Pero nuestro Dios no es “el autor de la confusión, sino de paz” (1 Corintios 14:33), y nos ha “dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” (2 Pedro 1:3). No nos ha dejado solos preguntándonos algo tan básico como nuestra identidad como hombres y mujeres.
Cuando seguimos a nuestra cultura, surge la confusión. Como muestra claramente este número de National Geographic, los roles de sexo e incluso el concepto de género en sí son radicalmente diferentes entre culturas y generaciones. Aquí en Occidente, lo que se acepta ahora, para bien o para mal, era difícil de entender para las generaciones anteriores. Pero la Palabra de Dios nos proporciona respuestas que no cambian con la cultura.
En las Escrituras se evidencia que nosotros, como hombres y mujeres, hemos sido creados con distinciones:
Así creó Dios al hombre a su imagen; a la imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis 1:27).
Nuestra cultura está tratando de borrar, ignorar o minimizar las diferencias entre hombres y mujeres. Nos quieren hacer creer que los hombres y las mujeres son básicamente lo mismo, una opinión no apoyada por la ciencia. Pero la Biblia es clara: Dios creó dos sexos, varón y mujer. Bajo la Ley del Antiguo Testamento, incluso se consideraba una abominación que un hombre usara ropa de mujer o que una mujer usara ropa de hombre (Deuteronomio 22:5), tenía que haber una distinción visible.
En todas las Escrituras, hombres y mujeres se tratan como iguales (Gálatas 3:28). Ambos fuimos hechos a la imagen de Dios, y ninguno de los dos es más o menos que el otro. El maltrato, la degradación y la opresión de las mujeres, tanto en el pasado como en el presente, no tienen cabida en una cosmovisión cristiana. De hecho, el Nuevo Testamento fue radical en su tiempo en cuanto a su tratamiento de las mujeres. Por ejemplo, Jesús se detuvo a hablar con una mujer samaritana, algo que los hombres judíos no hacían que se evidenció en la sorpresa de Sus discípulos (Juan 4:27). Permitió que María se sentara a Sus pies y aprendiera, aunque esto violara la ley rabínica (Lucas 10:38–42). Las mujeres fueron las primeras testigos de la Resurrección de Jesús, y Él les ordenó que contaran a los discípulos acerca de esto (Mateo 28:9–10), aunque el testimonio de una mujer no se consideraba válido en ese tiempo.
Pero ser iguales no significa necesariamente ser idénticos. Tanto los hombres como las mujeres han sido igualmente creados por Dios a Su imagen, pero reflejamos esa imagen de manera diferente.
Para el matrimonio, la Biblia ofrece pautas específicas para cada sexo. La esposa debe ser la “ayuda” de su marido (Génesis 2:20) y someterse a él (Efesios 5:22). Las mujeres de más edad deben ser “reverentes en su porte, no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien”. Las mujeres más jóvenes deben “amar a sus maridos, amar a sus hijos, ser prudentes, cuidadosas de sus casas, sujetas a sus propios maridos” (Tito 2:3–5). Los esposos deben amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia (Efesios 5:28) y ser la cabeza del hogar (1 Corintios 11:3).
La mujer virtuosa descrita en Proverbios 31 establece un patrón que las mujeres solteras y casadas deben seguir y por el cual son alentadas. Este pasaje, el consejo que la madre del rey Lemuel le dio, describe las características de una mujer piadosa: trabajadora, diligente, digna de confianza, generosa, sabia y bondadosa. Y Pablo dice que los jóvenes deben ser “. . . prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros (Tito 2:6–8).
¿Cómo se supone que debemos honrar los mandamientos únicos de Dios para cada sexo si el género es fluido y se mueve en un espectro? Si podemos decidir el nivel de masculinidad o feminidad que sentimos, ignoramos la distinción dada por Dios entre los sexos y caminamos en desobediencia a los mandamientos que Dios nos ha dado como varones y mujeres.
Las mujeres y los hombres solteros son iguales pero distintos en sus roles, cada uno fue creado específicamente hombre o mujer, pero capaz de enfocarse enteramente en su caminar con Dios (1 Corintios 7:7–8, 32–35). Hemos sido creados como una “obra maravillosa y temerosa” (Salmo 139:14), y Dios nos ha creado a cada uno de nosotros con un sexo que Él quiere usar para Su gloria.
Contrariamente a lo que piensan los escritores de National Geographic, debemos “aferrarnos a la rígida caracterización de hombres y mujeres” porque no tenemos la autoridad para redefinir lo que Dios ha creado. Ahora bien, esto no significa que debemos aferrarnos a las caracterizaciones culturales de hombres y mujeres que no aparecen en las Escrituras. A lo largo de la historia, las sociedades han impuesto normas a hombres y mujeres y las han tratado como doctrinas inmutables cuando, en realidad, son construcciones artificiales. Antes de decir que los niños no pueden tejer o que las niñas no pueden practicar deportes, necesitamos recurrir a la Biblia para ver si nuestras caracterizaciones de hombres y mujeres se encuentran en la Biblia o simplemente se basan en las opiniones del hombre.
¿TENDRÁn ALGUNAS PERSONAS UNa lucha (EN ESTA VIDA) real, y quizá sin fIn, CON SU GÉNERO?
¿Tendrán algunas personas una lucha (en esta vida) real, y quizá sin fin, con su género? Sí, porque el pecado lo ha corrompido todo. Romanos 7:15, 22–24 da una idea de la dificultad de vivir en este mundo hasta que Cristo regrese para redimirnos de “este cuerpo de muerte”.
Pero la respuesta a esta lucha muy real es no ignorar la Palabra de Dios y no vivir cualquier camino que escojamos. Esto conduce a la muerte (Proverbios 14:12), no a la vida ni a la libertad. La respuesta es someterse a Cristo y, por el poder del Espíritu Santo, matar al viejo hombre con sus deseos y revestirse de justicia (Romanos 6:13). Como creyentes, no estamos a merced de nuestros sentimientos o deseos (versículo 12). Hemos sido liberados de la esclavitud del pecado (versículo 14) y hemos sido levantados para caminar en una nueva vida (versículo 4). Ése es el poder del evangelio que cada hombre, mujer, niño y niña necesita oír.
National Geographic ofreció a los padres asesoramiento sobre cómo responder a los niños que están cuestionando su sexo. Su consejo era afirmar los sentimientos y deseos de sus hijos. Como padres cristianos, somos llamados a “educar a un niño en el camino que debe seguir” (Proverbios 22:6) y “educarlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Esto significa que no podemos aceptar la sabiduría convencional cuando se trata de abordar temas como los niños que cuestionan su sexo. Entonces, ¿cómo deben responder los creyentes? ¡Con la verdad de Dios!
No todo lo que dijo National Geographic está errado. De hecho, hay varias cosas útiles que, con algunas adiciones y modificaciones, pueden ser convertidos en consejos de crianza para padres:
En toda la confusión sobre el género y la sexualidad en nuestra cultura, podemos hablar con autoridad porque tenemos la Palabra de Dios. A medida que la cultura cambia y las generaciones pasan, no hemos sido dejados solos para cuestionarnos sobre cómo debemos vivir como hombres y mujeres. Cuando nuestro pensamiento comienza con las Escrituras como nuestro fundamento, encontramos las respuestas. ¡Alabado sea Dios por el don de Su Palabra!