Podríamos decir sencillamente que hay dos tipos de investigación científica, la operacional y la histórica, pero preferimos mostrarle más al respecto. Para ello, queremos que participe en nuestro pequeño experimento (No se preocupe, no se tiene que mover de su sitio).
Imagine que un amigo señala un edificio y le pide que se lo describa, y ya que usted es tan indagador, se dispone inmediatamente a describir el edificio tan detalladamente como puede.
La primera parte de su investigación es bastante sencilla. Se sube a la cima y deja caer su cinta de medir para saber que el edificio tiene exactamente 443 metros con 22 centímetros desde el suelo hasta la punta de la torre, se percata que tiene más de 100 pisos y un observatorio. Además, a través de sus escalas de medición, obtiene el peso que es de 365.000 toneladas.
“Muy bien” —dice su amigo—, ¿Pero cuándo se construyó?
Las medidas por sí solas no pueden decirle esa parte. Evidentemente se podría hacer una conjetura. Aunque, en realidad, no hay ninguna necesidad de ello. Después de todo, usted cuenta con un testigo presencial.
Luego de una búsqueda rápida en internet, le brinda a su amigo la historia completa de este increíble monumento histórico, también conocido como el Edificio Empire State, ubicado en la ciudad de Nueva York.
A pesar de que nuestro experimento anterior era ficticio, los dos métodos utilizados para descubrir los datos, no lo son. Algunos fragmentos de información se pueden extraer simplemente examinando las cosas con los sentidos, como la altura y el peso. Entonces, otras personas pueden revisar los resultados al hacer mediciones propias. A esto a menudo lo llamamos ciencia operacional (También llamada ciencia de observación, por razones obvias).
Sin embargo, algunas investigaciones requieren, o bien hacer suposiciones generales sobre el pasado examinando la evidencia en el presente (ciencia histórica o de “orígenes”), o encontrar una fuente primaria de información. Pese a que nuestros supuestos podrían ser los más acertados, siempre es mejor empezar con un testigo presencial. De lo contrario, nuestros supuestos podrían llevarnos a la dirección equivocada.
Por ejemplo, algunos geólogos toman las tasas actuales de descomposición radiométrica y de formación de las rocas pensando que estas han sido siempre las mismas. Por eso creen que la tierra es tan antigua (Y no lo es). Pero no podemos regresar en el tiempo para probar esto con exactitud.
Lo que sí podemos hacer es corroborar nuestra investigación histórica con la versión del testigo presencial más confiable. Pero, ¿qué pasa con la historia de la tierra? ¿Existe algo así? Usted apuesta que sí, y este asombroso compendio de la historia no es difícil de encontrar. Solo saque su Biblia de confianza.
La Biblia es catalogada frecuentemente como anticuada y anticiencia. Pero ese no es el caso. De hecho, el uso de la Biblia como un marco nos permite entender por qué la ciencia es aún posible y, al mismo tiempo, darle sentido al pasado desde una base sólida.
A partir de la biblia, que nos ha dado el Creador de todas las cosas, sabemos cuándo estamos en el camino correcto. (Hebreos 4:13, Colosenses 2: 2–3).