A causa de la creciente marginalización del cristianismo en el mundo occidental, muchos cristianos están encarando momentos desafiantes para su fe. Aunque esto no es algo nuevo, la Escritura sí nos ofrece ánimo en estos tiempos.
El escritor de Hebreos 11 usa ejemplos de historia bíblica de aquéllos que eran “fieles como los marginalizados”1 para animar a sus lectores a mantenerse firmes en su fe frente a las circunstancias difíciles que encaran (Hebreos 10:32–39). Uno de estos ejemplos es Noé:
Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. (Hebreos 11:7)
¿Pero de qué manera es Noé un ejemplo de fe para nosotros?
Noé está en la décima generación de Adán en la línea de Set (Génesis 5:1–32). Su padre Lamec le dio el nombre Noé (נֹחַ), que es asociado con “descanso,”2 con la esperanza que un día él trajera alivio a la tierra que fue maldecida por la desobediencia de Adán (Génesis 5:29; cf. {% scripture "Genesis 3:17–19" alt="3:17–19).
Noé vivió en días en que el hombre se describe vívidamente como “malvado” y cuando “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). Días cuando la tierra era corrupta y llena de violencia (6:11-12). En suma, eran días cuando Dios finalmente dijo: “¡Basta ya!”, y prometió destruir a la humanidad junto con la tierra (Génesis 6:13).
Sin embargo, hay un contraste entre Noé y la gente malvada de su generación. Tal vez lo más significante que se nos dice acerca de Noé es que él encontró gracia ante los ojos del Señor (Génesis 6:8). Es por esto que Noé se caracteriza como un varón justo, irreprochable en su generación, alguien que caminaba con Dios, tal como lo hizo Enoc (Génesis 6:9; 5:22 cf. Ezequiel 14:14, 20). En una época de maldad desenfrenada, Noé, quien tenía una relación correcta con Dios, se destaca (Génesis 7:1).
En el Nuevo Testamento, Noé se describe como un pregonero de justicia (2 Pedro 2:5). Los años en que el arca estaba siendo preparada realzan la gran paciencia de Dios con la humanidad malvada (1 Pedro 3:20). Jesús, también, vio los días de Noé como característicos de los días que inmediatamente preceden Su segunda venida (Mateo 24:37–39).
El escritor de Hebreos define fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Fe, en este contexto, es una confianza firme de algo que todavía no se ve, pero que es prometido por Dios. Sin fe en las promesas de Dios, es imposible agradarle (Hebreos 11:6).
Noé es una figura prominente en la historia de la redención porque fue un ejemplo vivo de “el justo viviendo por fe.”
Noé es una figura prominente en la historia de la redención porque fue un ejemplo vivo de “el justo viviendo por fe.” (Hebreos 10:38). La evidencia de la fe de Noé se ve en su confianza en Dios, en que creía en Su palabra y en que actuó en obediencia al mandamiento de Dios de construir el arca (Génesis 6:22; 7:5). Fe salvadora en toda la Biblia nunca es confusa sino que siempre es una respuesta sincera a la revelación que Dios hace de Sí Mismo (Génesis 22:1–2; cf. Hebreos 11:17–19).
¿Qué evidencia tenía Noé para actuar cuando Dios le pidió que construyera el arca? Noé nunca antes había visto nada parecido a una inundación global.3 Todo lo que tenía para actuar era la verdad del carácter de Dios. Puede que Noé haya sabido de la promesa de Dios que un día la cabeza de la serpiente sería aplastada (Génesis 3:15) y por consiguiente confiaba en que Dios mantendría esa promesa. La fe de Noé se demuestra por el hecho de que, después de haber sido advertido por Dios que una gran inundación vendría, él hizo preparaciones prácticas para algo que “aún no veía”. Pero, ¿qué motivó a Noé a construir el arca? Era su “temor reverente” (RVA) de Dios.
Noé obedeció a Dios no solamente porque conocía a Dios de manera personal, sino también porque su fe estaba actuando de acuerdo a Su palabra sin importar cuán tonto le hubiera podido parecer al resto del mundo cercano a él. Las “cosas aún no vistas” también sacan a relucir una dinámica de la vida cristiana ya que “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). El escritor a los Hebreos nos recuerda cómo se unen esas cosas en la vida del creyente. La justicia del creyente reflejada en el mundo está testificando y atestiguando a esas realidades que están por venir. Como cristianos debemos buscar vivir nuestras vidas a la luz de un juicio venidero y nuevos cielos y tierra (2 Pedro 3:11–15). No podemos ver esas cosas ahora mismo, y esa fe se ve como una tontería a ojos de un mundo incrédulo.
La fe de Noé al tomar a Dios según Su Palabra condenó la infidelidad del mundo a su alrededor. Puede que la gente se haya burlado de él,4 que lo hayan llamado tonto o loco; pero Noé terminó siendo el más cuerdo de todos. Es la esencia de la cordura el tomar seriamente lo que dice Dios, mientras que la locura del pecado es rechazar la Palabra de Dios.
El relato de Noé y el diluvio también nos enseña acerca de la realidad de la alienación del mundo y las burlas que vienen de eso, para aquéllos que se ponen del lado de Dios (2 Pedro 3:3–6). Le costará a la persona todo al escoger seguir al Señor Jesús en este mundo, pero la recompensa es invaluable (Mateo 13:45–46).
El relato de Noé también demuestra tanto juicio como salvación. Dios es un Dios de juicio justo quien debe castigar el pecado, pero más maravillosamente Él es un Dios que ha proveído un camino para escapar Su juicio. Lo hizo por Noé por medio del arca. Hoy, sin embargo, Jesucristo es el camino de Dios para escapar Su juicio; Él es el “arca” de nuestra salvación, la puerta por la que la humanidad tiene que entrar para ser salva (Juan 10:9; cf. 14:6), y el único que puede darnos descanso en un mundo maldito (Mateo 11:28–29). El diluvio es un relato horripilante de juicio pero también es uno de redención glorificadora. Nuestras vidas serán caracterizadas por alguno de estos dos. O confiamos en Jesús y somos redimidos, o enfrentaremos el juicio de Dios por nuestro pecado (Romanos 3:21–26; Hechos 17:31).
Noé se convirtió en heredero de justicia a causa de su disposición para creer lo que había prometido Dios. Noé, y cada uno de los herederos de justicia, lo es solamente por virtud de haber sido hecho uno con Cristo, el único heredero (Gálatas 3:29). Ya que la fe nos introduce a Cristo quien es el heredero de todas las cosas (Hebreos 1:2), solamente podemos heredar esa justicia al ser unidos con Él.
La gente a quien se dirige el escritor de Hebreos estaba bajo gran presión de dejar a Cristo y volver a su creencia tradicional judía. Pero aquí el escritor dice que consideren a Noé, que vean lo que su fe le trajo. Piensen en lo que le tocó hacer a Noé para ser justo en su generación. Construyó un arca para que su casa se salvara, y por años se aguantó a un mundo sumergido en la maldad, lo cual requirió una fe completa en la fidelidad de Dios porque él sabía que Dios iba a destruir el mundo.
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:1–2)