¿Alguna vez se ha preguntado cómo se ajusta la historia antigua de Egipto y otras naciones dentro de la historia bíblica? Usted no está solo. En los siglos antes de Cristo, una guerra se desató para saber cuál nación tenía el linaje más antiguo, sea real o inventado.
Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en la revista Answers.
Así como la carrera armamentística causó estragos entre las superpotencias durante la década de los 60, también una guerra se desató entre las antiguas civilizaciones durante los siglos previos al nacimiento de Cristo. Cada una reclamaba tener la historia más antigua. Mientras algunos escritores parecían interesados en la verdad, otros estaban llevando a cabo un juego para ver quién podía inventar la historia más increíble y más convincente acerca de la antigüedad de su nación.
La historia de Grecia supuestamente se remonta a mil ochocientos años; la de Egipto, a once mil años y la de Babilonia a un período descomunal de 730.000 años. En los primeros siglos después de Cristo, los cristianos como Eusebio (el “padre de la historia de la iglesia”) trataron de reconstruir una cronología mundial precisa, reconciliando la Biblia con cronologías paganas, pero con poco éxito. Las listas de los reyes antiguos habían sido adulteradas por lo que resultó imposible esclarecer la verdad. Desde entonces, los cristianos y no cristianos han estado tratando de descifrar las cronologías antiguas, con la misma frustración1.
Nada menos que Isaac Newton, a veces llamado “la mente más grande de todos los tiempos”, incursionó en este tema a lo largo de su vida. Con el tiempo se recogieron sus pensamientos en un libro, “La cronología de los reinos antiguos modificada” (1728), publicada un año después de su muerte.
A pesar de que no contaba con la ventaja de la arqueología moderna, Newton estaba tan bien informado a través de su lectura de los autores clásicos griegos y latinos que fue capaz de detectar problemas graves en la datación de documentos antiguos previos al 700 a.C.
Sus postulados básicos son sólidos:
Newton hace alusión a la invasión persa de Egipto como un ejemplo. En 525-523 a.C. los persas bajo Cambises invadieron Egipto y destruyeron la mayor parte de los registros históricos que los asirios y otras naciones anteriores habían pasado desapercibidos. Los sacerdotes egipcios se quedaron para reconstruir la mayor parte de su historia de memoria, y sus esfuerzos no estuvieron exentos de engaños.
Newton explica: “Después de que Cambises se había llevado los registros de Egipto, los sacerdotes fueron diariamente simulando nuevos reyes, para hacer que sus dioses y su nación se vieran más antiguos” (par. 517). Cuando Heródoto visitó Egipto a mediados del siglo V antes de Cristo, ¡los sacerdotes habían elaborado una lista de 341 reyes egipcios que reinaron unos 11.340 años! Incluso Heródoto tenía sus dudas.
Newton señala que, a excepción de la historia bíblica, los primeros historiadores no utilizaron fechas absolutas hasta alrededor de 250 antes de Cristo. Antes de aquello, por lo general, marcaban los tiempos de acuerdo al reinado de los reyes. Los griegos, los romanos y los egipcios asumen un promedio de tres reyes reinando por cada siglo y así se iban haciendo cuadrar las fechas (par. 204)
Newton se preguntó: “¿Es esto razonable?” A continuación, analizó las dinastías de una docena de otros reinos conocidos, tales como los monarcas ingleses. Para su sorpresa el reinado promedio fue de sólo dieciocho a veinte años, aproximadamente la mitad de lo que los antiguos historiadores paganos habían señalado. Incluso en los tiempos bíblicos, los reyes del Reino de Judá reinaron un promedio de un poco más de veintiún años cada uno, mientras que los del Reino de Israel reinaron unos diecisiete años cada uno.
Newton estaba particularmente interesado en la historia griega debido a que los griegos fueron los primeros en registrar su historia, y conectaban muchos eventos a las olimpiadas, que se celebran cada cuatro años. Fijando fechas importantes de la historia de Grecia, como la expedición de Jasón con los argonautas, Newton creía que fácilmente podría conectar esta fecha para datar eventos en otros países.
Aplicando lo que aprendió sobre el reinado promedio de un rey, ¡se evaporó la mitad de la historia de Grecia registrada hasta antes del 700 antes de Cristo! Por ejemplo, la guerra de Troya y la expedición de los Argonautas eran mucho más recientes de lo que solía suponerse, según argumentó Newton. También encontró que otras listas de reyes, como la lista de los romanos, habían exagerado la duración de sus reinados, así es que las listas se pueden reducir a la mitad.
Newton procedió a examinar las historias de otras naciones como Egipto, rechazando cualquier nombre ficticio o épocas mitológicas. Según sus cálculos, basados en la información disponible en su día, se calcula que sólo veintidós nombres reflejan los verdaderos reyes del antiguo Egipto (par. 486).
Mientras el Imperio de Alejando se dividía en reinos que se enfrascaban en guerras, cada uno tenía un interés en promover su propia historia. Un verdadero “taller artesanal” para fabricar historias floreció, ya que cada uno compitió para inventar las historias más increíbles.
Han sobrevivido pocos relatos históricos de autores que vivieron antes de que Alejandro Magno (356-323 a.C.) llevara a su ejército griego a través del “mundo conocido”, conquistando los antiguos dominios de Babilonia, Asiria, Persia, Egipto y la India. Las historias más antiguas a veces son citadas por autores posteriores, pero las obras originales no sobreviven. Así que tenemos que confiar en los autores posteriores que las refieren.
El problema es que, como el imperio de Alejandro se dividió en facciones gobernadas por sus generales que estaban en conflicto, cada reino tenía un gran interés en la promoción de su propia historia.
Un verdadero “taller artesanal” para fabricar historias floreció después de la muerte de Alejandro. Posiblemente, el más famoso de estos nuevos historiadores fue Manetón (Siglo III a.C.), que vivió en Egipto. Registró una larga serie de dinastías egipcias de las cuales le contaron los sacerdotes. Pero su historia compartía poco en común con lo que Heródoto había registrado doscientos años antes.
Dos siglos después de Manetón, un historiador griego llamado Diodoro de Sicilia escribió una nueva versión de la historia de Egipto. Hizo caso omiso de las dinastías de Manetón y redujo el número de reyes egipcios de nuevo a sólo un puñado de hombres, como lo había hecho Heródoto. Pero también rechazó Heródoto y otros escritores más antiguos “. . . que deliberadamente preferían la verdad antes de la narración de cuentos maravillosos y la invención de mitos para deleite [placer] de sus lectores”2.
¡Qué desastre! Newton rechazó la obra de Manetón y en su lugar trató de reconciliar las historias de Heródoto y Diodoro. Aunque reconoció que los nombres de otros reyes que están en la lista de Manetón podrían ser confirmados, creía que la lista final no sería tan larga como la de Manetón (par. 515).
A través de los siglos, los sacerdotes de Babilonia habían producido sus propias listas fabulosas de reyes, junto con muchos mitos. Usando estas fuentes, un astrónomo babilonio llamado Beroso escribió una historia de Babilonia compuesta de tres libros (c. 290–278 a.C.). Su versión de la historia de Babilonia incluye reyes legendarios desde la creación hasta el diluvio babilónico mítico, abarcando cientos de miles de años.
Las celosas ciudades-estado de Grecia también se involucraron en la guerra de las historias. Dado que Grecia no tenía registros históricos de sus antiguos reyes, como lo hicieron Egipto y Babilonia, comenzó a inventarlos. Por ejemplo, el “historiador” Castor de Rodas (siglo I a.C.) inventó fechas tempranas para los dioses griegos y compuso una larga lista de reyes, comenzando con Egialeo, el supuesto fundador de Sición. Argos inventó su propio rey Inachus, y Atenas consiguió un rey llamado Ogiges3.
Esta confusión acerca de la cronología antigua tiene profundas implicaciones para nosotros hoy en día. El objetivo final en el estudio de las fechas antiguas, obviamente, es la exactitud; y la precisión exige que las fechas coinciden perfectamente con la Escritura4.
Sin embargo, en el presente casi todas las citas de la historia antigua se basan en un fundamento de arena, no la roca de la Escritura. Los historiadores seculares modernos tienen un profundo sesgo en contra de la Escritura e interpretan la historia a través de una “hermenéutica de la sospecha”, como señala el egiptólogo James K. Hoffmeier5.
Incluso los teólogos a veces tratan de ampliar las cronologías en Génesis 5 y 11 para dar cabida a la supuesta historia de otras culturas antiguas. Así, se asume que el texto bíblico se supone que es inexacto desde su puerta de entrada.
Isaac Newton tuvo el enfoque correcto. Nada en la historia antigua (bien entendida) puede entrar en conflicto con la historia bíblica. Mientras los arqueólogos continúen haciendo nuevos e interesantes descubrimientos, no tenemos nada de qué preocuparnos. El registro del testimonio de Dios como testigo ocular es cien por ciento verdadero y confiable, el único punto de partida seguro para el estudio de la línea de tiempo de la historia humana.