El concepto de la “fe ciega” es un invento reciente que no se encuentra en ninguna parte de la Escritura. Si regresas a la Palabra de Dios, encontrarás que la palabra hebrea para fe, por su propia definición, se refiere a una confianza lógica, robusta e inquebrantable en la verdad.
Los cristianos, especialmente los creacionistas de seis días, son a menudo acusados de tener fe ciega. ¿Es esto justo? ¿Qué se entiende por fe ciega? De hecho, ¿Qué es fe?
La Epístola a los Hebreos define fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Como Jesús le explicó a Tomás: “bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” (Juan 20:29). Así que fe, como dice la Palabra de Dios, es estar seguro acerca de algo que no hemos sido testigos oculares (incluyendo la creación, Hebreos 11:3), o que no se puede ver ahora, o que no se ha revelado aún.
Por esta definición, ¡Toda fe es ciega! Si se tratara de lo que se ve, la fe ya no sería operativa.
Por esta definición, ¡Toda fe es ciega! Si se tratara de lo que se ve, la fe ya no sería operativa.
El hecho es que todo el mundo tiene algún tipo de fe. Los evolucionistas tienen fe en su versión sobre los orígenes, los pasajeros de un tren confían en las habilidades del conductor, y los niños creen que van a recibir regalos en Navidad. Todos confían en algo invisible.
Alguna fe puede ser injustificada, y sin duda esta fe es ciega. En cambio, la fe cristiana es a la vez razonable y justificada. Se basa en primer lugar y sobre todo en la Palabra consistente y confiable de Dios. Y aunque no requiere pruebas externas, es totalmente compatible con evidencias físicas. Dios puede ser invisible, pero sus cualidades se observan claramente en la naturaleza (Romanos 1:20).
El mismo lenguaje del Antiguo Testamento hebreo revela que nuestra fe está intrínsecamente ligada a la verdad. Las dos palabras para fe y verdad, emunah y emet, son incluso a veces traducidas indistintamente en diferentes versiones bíblicas. Ambas palabras hebreas se derivan de la misma raíz, aman, que significa “firmeza, certeza, fiabilidad”. Así que, en vez de ser confusa, la fe bíblica, así como la verdad, es segura y cierta.
Una parte integral de emet es la confiabilidad y la fidelidad, aunque la palabra es más comúnmente traducida como “verdad”. La verdad bíblica se mantiene firme en el tiempo como los pilares del templo, omnot (“soportes firmes”), la otra palabra derivada de aman (ver 2 Reyes 18:16).
Irónicamente, son las filosofías y teorías humanas las que realmente son confusas, no la fe bíblica. Jesús dijo que aquellos que ignoran sus enseñanzas, ya sea en pensamiento o comportamiento, son como casas construidas sobre la arena, destinadas a colapsar (Mateo 7:24–27). En contraste, aquellos que viven de acuerdo a “la verdad” (Juan 14:6), son como casas construidas sobre lechos rocosos, que pueden soportar fielmente todas las dificultades.
De hecho, un elemento clave de emunah (a menudo traducido “fe”) es la fe-plena, confianza persistente en Dios y sus promesas, pase lo que pase. Vemos ejemplos de emunah en la mujer enferma de flujo de sangre por doce años (Mateo 9:22), en la mujer cananea cuya hija era atormentada por demonios (Mateo 15:28), y en el ciego Bartimeo (Marcos 10:52). Ellos creyeron y persistieron.
Jesús elogió tal fe. Comparó la fe con una semilla de mostaza (Mateo 17:20) porque, aunque comience de forma pequeña, con un cuidado fiel puede crecer para lograr grandes cosas para la gloria de Dios.
Otro derivado del aman es amén. Al decir “amén” después de una oración o declaración, respaldamos su veracidad y confirmamos nuestro acuerdo con ella. Una traducción adecuada es “¡Ciertamente!”.
Dioses la roca, y Él nunca cambia (Malaquías 3:6). Él es totalmente digno de confianza, cumple siempre Sus promesas. Él es El emunah (Deuteronomio 32:4) y El emet (Salmo 31:5) — “Dios de la fidelidad” y “Dios de la verdad”. Por lo tanto, la fe en nuestro Dios de confianza y en Su Palabra verdadera está bien fundamentada y es totalmente razonable. ¡Amén!