Un artículo de noticias reciente de Independent se titula “Bible Says Canaanites Were Wiped out by Israelites but Scientists Just Found Their Descendants Living in Lebanon” [La Biblia dice que los cananeos fueron exterminados por los israelitas pero los científicos acaban de encontrar a sus descendientes viviendo en el Líbano]1. El autor afirma esencialmente que la «ciencia» objetiva una vez más ha contradicho exitosamente las afirmaciones de la Biblia. Aunque esta afirmación tentadora puede parecer atractivo a los escépticos, falla al tratar con veracidad el registro bíblico y también puede poner demasiado peso en la evidencia genética.
Este artículo noticiero populariza las conclusiones de un artículo técnico publicado en el American Journal of Human Genetics2. Los investigadores quisieron explorar el origen de la población cananea y su relación con los habitantes actuales del Levante (las tierras que bordean el este del mar Mediterráneo, también conocida como la “tierra de Canaán” que incluye la “Tierra Prometida”). Su proceso consistía en comparar las secuencias de ADN de individuos antiguos con muestras de los actuales habitantes libaneses. Entre muchos otros hallazgos, los investigadores concluyen que “los libaneses de hoy en día obtienen la mayor parte de su ascendencia de una población cananea, lo que implica una sustancial continuidad genética en el Levante desde por lo menos la Edad del Bronce”3.
Ambos artículos asumen incorrectamente que las civilizaciones cananeas fueron en gran parte, si no completamente, eliminadas con la conquista de los israelitas de la tierra de Canaán. ¿Cómo pueden los individuos modernos rastrear su linaje a un grupo de personas que supuestamente ha estado extinto durante milenios? ¿Cuál es la evidencia y qué tiene que decir la Biblia acerca de esto? Además, ¿era Dios justo al ordenar a los israelitas que mataran a las poblaciones cananeas?
Canaán, hijo de Cam
Después del diluvio mundial (aprox. 2348 a.C.4), los tres hijos de Noé y sus esposas se convirtieron en los antepasados de la nueva población humana (Génesis 7:7, 13, 21–23). Cam, uno de los hijos de Noé, era el padre de cuatro hijos: Cus, Mizraim, Fut y Canaán (Génesis 10:6). Es de este Canaán que vinieron los diversos pueblos cananeos, incluyendo los sidonios, los heteos, los jebuseos, los amorreos y otros (10:15–18). Estas personas vivieron en el territorio del actual Líbano e Israel (10:19).
Excavaciones recientes en la ciudad bíblica de Sidón en el Líbano han descubierto un total de 123 entierros de individuos antiguos5. Ocho de estos entierros fueron incluidos en el presente estudio, de los cuales se declara que “cinco genomas enteros” fueron secuenciados6. Estos ocho enterramientos fueron datados por métodos de radiocarbono y por indicadores arqueológicos de aproximadamente 3.700 años (aprox. 1700 a. C.)7. Aparte de los problemas de datación radiométrica, siendo varios siglos antes de la conquista, uno esperaría que estas personas fueran identificadas como cananeos, aunque ni siquiera esta suposición refleja el posible matrimonio mixto y el comercio de esclavos que tenían los sidonios marineros con otras naciones. Otros factores que contribuirían a la mezcla genética entre los antiguos y actuales habitantes del Líbano incluyen varios pueblos históricos que entraron y conquistaron la región, incluyendo a los egipcios, los heteos, los arameos, los asirios, los babilonios, los persas, los macedonios, los romanos, los árabes, los turcos y otros.
Para explorar la relación de los habitantes actuales del Líbano, los investigadores secuenciaron los genomas de 99 individuos procedentes de sectas cristianas, drusas y musulmanas del Líbano8. Afirman que la comparación dio el resultado que el 90% del ADN actual se heredó de antiguos pueblos cananeos, mientras que la porción restante indica rastros de poblaciones asirias, persas y macedonias9.
¿Cuán válidas son estas afirmaciones de ascendencia? El Dr. Nathaniel Jeanson, biólogo de investigación de Respuestas en Génesis, escribe la siguiente crítica de este estudio:
Las conclusiones genéticas de este artículo dependen en gran medida de la calidad de las muestras de ADN obtenidas por los autores. Las muestras primarias son huesos de individuos sidonios que murieron hace miles de años. Sin saber nada más, este hecho me hace sospechar. Cuando trabajo con ADN en el laboratorio, tiendo a botar muestras que han estado en el congelador por más de un año; éstas tienden a no dar resultados fiables. Cuánto menos confiables serán las secuencias de ADN que han estado en condiciones ambientales fluctuantes durante miles de años.
De acuerdo con mis sospechas, los autores muestran un árbol interesante de las relaciones de ADN en la Figura S11 que se basa en el número de diferencias de ADN entre los individuos. En este árbol, tanto los individuos modernos como los antiguos están representados. Los individuos modernos parecen como se esperaría, pero los antiguos individuos sidonios parecen haber sufrido más mutaciones que los individuos modernos. Dado que el ADN actúa como un reloj, ¡esto implica que el reloj ha estado marcando más tiempo en los individuos que murieron hace miles de años! Esto no tiene sentido biológico. En cambio, la explicación más probable es que las diferencias de ADN en los antiguos sidonios no son en realidad mutaciones sino que representan un ADN degradado.
Así que las afirmaciones genéticas hechas por los investigadores son sospechosas. Pero aun si se pudiera probar la ascendencia cananea predominante, tenerlos relacionados con los del Líbano, Persia, Asiria, Macedonia, etc., es de esperar. Sin embargo, ¿nos obligaría algo de esto a rechazar la narración histórica de la Biblia? ¿Acaso los israelitas no destruyeron por completo a los cananeos?
Desde los años 1800, la exploración arqueológica en la tierra de la Biblia se ha utilizado alternativamente para confirmar abrumadoramente o, en algunos casos disputados, desacreditar el registro bíblico.10 Esto es especialmente cierto en la conquista de la tierra de Canaán bajo Josué. Una idea errónea popular de esta campaña militar es que dio lugar a la destrucción total de una civilización. Con esta suposición, los arqueólogos esperan encontrar evidencia de cosas como madera quemada y cerámica rota, seguida por la evidencia de la cultura material de la nueva civilización. Los autores del estudio mencionan esta sorprendente carencia de capas de destrucción:
Hasta el momento no se ha encontrado evidencia arqueológica que apoye la destrucción generalizada de las ciudades cananeas entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro: las ciudades de la costa de Levante como Sidón y Tiro muestran continuidad de ocupación hasta el día de hoy11.
Pero una de las promesas que Dios hizo a Israel en la conquista fue que les daría «ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste» (Deuteronomio 6:10–11). Dios no les dijo que destruyeran las ciudades, sino que las dejaran estructuralmente intactas. Mientras que los israelitas hirieron a los habitantes de muchas ciudades durante sus campañas, sólo tres ciudades las destruyeron por completo: Jericó (Josué 6:24), Hai (8:28) y Hazor (11:1312).
Además, la conquista israelita bajo Josué tuvo lugar principalmente en la región montañosa y en Galilea. Las llanuras y otras regiones costeras, desde Gaza en el sur a Sidón en el norte, permanecieron mayormente sin tocar por los israelitas y permanecieron bajo control cananeo. No hay registro bíblico de los israelitas llevando a cabo expediciones militares a las ciudades costeras de Tiro y Sidón, entonces no se esperaría que las excavaciones arqueológicas de estas ciudades muestren pruebas de capas de elementos quemados o la destrucción causada por Israel.
¿Pero no hizo Josué todo lo que Dios le había mandado?
En el artículo de Independent, el autor cita a Josué 11:15: “De la manera que Jehová lo había mandado a Moisés su siervo, así Moisés lo mandó a Josué; y así Josué lo hizo, sin quitar palabra de todo lo que Jehová había mandado a Moisés.” Pareciera como si Josué y su ejército habían terminado todas las campañas militares y ahora podían establecerse en paz. Verdaderamente las extensas victorias que Israel había disfrutado por la mano de Dios en la tierra habían resultado en la derrota de 31 reyes cananeos (Josué 11:23, 12:7–24). Pero después de estos éxitos iniciales, Dios le dijo a Josué que
queda aún mucha tierra por poseer. Esta es la tierra que queda: todos los territorios de los filisteos, y todos los de los gesureos . . . toda la tierra de los cananeos, y Mehara, que es de los sidonios, hasta Afec, hasta los límites del amorreo; la tierra de los giblitas, y todo el Líbano hacia donde sale el sol, desde Baal-gad al pie del monte Hermón, hasta la entrada de Hamat; todos los que habitan en las montañas desde el Líbano hasta Misrefotmaim, todos los sidonios (Josué 13:1–6, énfasis añadido).
Este territorio no conquistado incluía la llanura costera filistea al norte a través de la Llanura de Sharon y hasta el Líbano actual. Josué no había conquistado estas áreas, entonces fue dejada a los israelitas para terminar de poseer la tierra13. Dios dijo que la conquista de la población cananea pasaría poco a poco (Éxodo 23:29–30) hasta que los destruiría (versículo 23, vea también 34:11). Después de la muerte de Josué, el pueblo siguió teniendo éxito en expulsar a los cananeos (Jueces 1:1–26), pero luego comenzó una serie de campañas militares fallidas o abandonadas (versículos 27–36). Los israelitas también se cansaron de la guerra y en lugar de expulsar a los habitantes cananeos de la tierra, muchas veces sólo los convirtieron en trabajos forzados, y dejaron que los cananeos vivieran entre ellos (Josué 16:10, 17:13). El resultado final fue que muchas de estas naciones cananeas continuaron existiendo junto a Israel y Dios castigó a Israel permitiendo que estas naciones fueran “azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero” (Jueces 2:3, 3:1–4, vea también Números 33:55–56, Salmo 106:34–39). Esto nos lleva entonces a una pregunta final de por qué tuvo que ser destruido el pueblo cananeo cuando Israel entró en la tierra.
El autor del artículo de la revista Independent comienza su análisis con una cita del libro de Richard Dawkins, El espejismo de Dios. En este libro, Dawkins afirma notoriamente, “El Dios del Antiguo Testamento es posiblemente el personaje más molesto de toda la ficción”, y continúa condenando los así llamados actos injustos de Dios hacia los hombres. ¿Pero está Dios equivocado en juzgar a los que hacen el mal? Y si es incorrecto juzgar lo malo, ¿qué es lo correcto? ¿Qué nivel de moralidad nos queda?
Dios hizo un pacto con Abraham en parte para hacer de él una gran nación que moraría en la tierra de Canaán. Dios prometió que los descendientes de Abraham permanecerían en Egipto por varias generaciones antes de volver a tomar posesión de la tierra, “porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí” (Génesis 15:16). Aquí Dios toma a los amorreos para representar a toda la población cananea, que Él tenía la intención de remover para hacer un lugar para Su pueblo (Éxodo 23:23, 33, Números 33:53, Deuteronomio 1:8).
Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente . . . como Jehová tu Dios te ha mandado; para que no os enseñen a hacer según todas sus abominaciones que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra Jehová vuestro Dios. (Deuteronomio 20:16–18, énfasis añadido)
¿Por qué fueron condenados los cananeos? Por la misma razón que cualquiera está condenado ante el Señor: el pecado. Levítico 18 tiene una lista de varias «abominaciones» cometidas por los cananeos en la tierra (Romanos 1:24–27). Los cananeos no adoraban al Dios que se había revelado, sino que eligieron para sí mismos «otros dioses» (Deuteronomio 7:4–5). El Dios del cielo está justamente celoso por Su propia gloria y quiere que todas las personas lo adoren (Romanos 1:19–22; 1 Tesalonicenses 1:9). Dios también buscó sacar a los cananeos para proteger a Su pueblo escogido de esta idolatría (Deuteronomio 7:1–6). Tristemente, debido al fracaso de Israel de obedecer los mandamientos de Dios, estas naciones paganas se convirtieron en una trampa para ellos, corrompiendo su adoración y fidelidad ante el Señor (Levítico 18:24–25). Dios les dijo a los israelitas que los expulsaran y los destruyeran.
La destrucción localizada de los cananeos fue tan justa como la destrucción de Dios de toda la humanidad en el diluvio mundial. ¿Por qué? Porque «la paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23), tal como Dios prometió a Adán y Eva (Génesis 2:16–17). Que a cualquiera se le permita vivir por un momento, es una misericordia de Dios, por lo cual ofrece tiempo para que nos arrepintamos de nuestros pecados y confiemos en Su gracia (Lucas 13:3, Romanos 2:4; 2 Pedro 3:9).
¿Se les ofreció gracia a los cananeos? Sí, para aquellos que se arrepintieran y creyeran en Dios. La primera batalla en la Tierra Prometida nos presentó a Rahab, una prostituta cananea que vivía en Jericó (Josué 2:1). Ella y su familia se salvaron de la destrucción de la ciudad y de sus habitantes debido a su nueva obediente fe en Dios (Josué 6:25, Hebreos 11:31, Santiago 2:25). Además, Rahab tiene un lugar prominente en la genealogía de David y del Señor Jesucristo (Mateo 1:5).
Cientos de años después, el Líbano se convirtió en una de las pocas naciones que se unieron a una firme alianza con Israel (2 Samuel 5:11; 1 Reyes 5:12). Hiram, rey de Tiro, uno de los mejores amigos de David y Salomón, ayudó a Salomón a construir el templo (1 Reyes 5:1–12) donde residiría la presencia de Dios. Hiram públicamente alabó y reconoció al Dios de Israel como el Creador (2 Crónicas 2:12). Muchos del pueblo de Hiram se unieron a los artesanos de Salomón y vivieron en Israel mientras construían el templo (2 Crónicas 2:14–18). Y es casi seguro que se quedaron para la dedicación y oyeron y vieron la gloria shejiná del Señor (2 Crónicas 7:1–5). Hiram sirve como testigo que Dios claramente ofreció misericordia a aquellos en Líbano que se volvieron hacia Él.
Y una de las pocas veces que el Señor Jesucristo alabó a alguien por su gran fe fue con respecto a una mujer cananea de la región de Tiro y Sidón (Mateo 15:21–28). Jesús no sólo elogió su fe, sino que al instante sanó a su hija.
Así que confiemos en el registro histórico que Dios nos ha provisto en la Biblia y recibamos la gracia que nos ha sido ofrecida por el arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo. Nuestro Dios es santo y justo, pero es misericordioso con aquellos que humildemente confían en Él y obedecen Su Palabra.