Los pronombres transgénero son más que simples etiquetas. ¿Deberían los cristianos usarlos para mantener la paz?
La reunión de la Junta de Educación de Durham en agosto de 2023 comenzó con un momento de silencio por el “niño trans” destinado al suicidio o algo peor debido a ciudadanos supuestamente transfóbicos como yo, que nos oponemos a la llamada atención afirmativa para personas transgénero: la castración de niños sanos de 14 años y esterilización de niñas sanas de 15 años.
El movimiento LGBTQ+ defiende este absurdo, incluso cuando el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Estadounidense de Psicología declara que el 85% de los niños con ansiedad de género se curarán naturalmente a través de la pubertad natal.1 Pensemos al respecto.
La única vez que se pronunció la palabra pervertido en esta reunión de la junta escolar fue cuando un miembro de esta; tomó la posición de privilegio para reprenderme a mí y a dos cristianos más quienes expresamos a la multitud: por el gran amor de Dios, ustedes fueron creados a imagen de Dios.2
Estos son los tiempos en que vivimos.
Y para mi vergüenza, yo ayudé a crear esos tiempos.
Hace un cuarto de siglo, viví como profesora activista lesbiana, hice parte de la primera generación de extremistas nombrados, contratada, asesorada y titular en el Departamento de Inglés de la Universidad de Syracuse para hacer que la homosexualidad pareciera normal.
Tuve éxito.
En mi trayectoria, escribí políticas para la unión entre personas del mismo sexo, testifiqué ante los cuerpos legislativos de Nueva York y radicalicé a una generación de estudiantes universitarios. Cuando Cristo me salvó en 1999, me arrepentí de mi pecado, terminé la relación con mi pareja lesbiana, dejé de dar clases de teoría queer y traté de darle sentido a mi nuevo mundo.
La santificación llegó lentamente y aún continúa.
He sido cristiana por dos décadas, he escrito libros sobre el arrepentimiento del pecado sexual, he vivido gozosamente como esposa de un amado esposo, como madre y abuela de unos niños maravillosos.
Antes de ceder al Espíritu Santo que removía mi conciencia con un malvado, despreciable y pecado muy público: usaba y promovía lo que se llama “pronombres transgénero”.3
Para el mundo, el uso de pronombres transgénero (referirse a un hombre biológico como "ella" o a una mujer biológica como "él") cae dentro de la categoría de transición social, donde una persona en rebelión contra el orden creado se propone vivir esa rebelión con etiquetas y letanías, es decir, pronombres y ropa.
Los cristianos que defienden el uso de pronombres transgénero lo hacen por ser respetuosos de la identidad escogida por alguien. Creen que usar estos pronombres es ser amables, cortés y necesario para continuar una relación con la persona que se cree transgénero.4
Pero al sincretizar la ideología de género con el evangelio y al armonizar la inerrante Palabra de Dios en obediencia a nuestra naturaleza pecaminosa, experiencias personales y sentimientos corruptos; los que usamos pronombres transgénero desafiamos la Palabra de Dios como inerrante, digna de confianza, suficiente y útil para nuestros tiempos.
No todos están de acuerdo conmigo. Mi arrepentimiento público acerca de usar los pronombres transgénero ha recibido varias respuestas comunes.
¿Por qué las personas no pueden ser hechas a imagen de Dios como transgénero?
Somos creados a imagen de Dios en el conocimiento, la justicia y la santidad de nuestro Señor, no en las obras de la carne. Y el transgenerismo es un acto de la carne, prohibido por la ley y vencido por el Salvador.
¿No hay diferencia entre sexo y género?
No existe una diferencia bíblica o legítima entre sexo y género. El uso de estas palabras como términos de distinción, falsifica la realidad de que la creación del hombre y la mujer por parte de Dios es un patrón con propósito (Génesis 1:27). Como dice el pastor Christopher J. Gordon: “Introducir el género como una nueva categoría de personalidad, separada de la categoría biológica del sexo, en pos de una identidad sexual [y de género] diferente, es antinatural, perjudicial para el orden de la creación y para el propósito para el cual Dios nos creó”.5
¿No es el transgenerismo una variante de género normal, el resultado de vivir en un mundo caído, lo mismo que, digamos, la ceguera?
Uno puede estar ciego para la gloria de Dios, pero el transgenerismo es un contagio social que celebra la rebelión contra el orden creado.6
¿Deberían los cristianos aceptar la ficción cultural de utilizar pronombres transgénero para mantener la paz?
Esto no sólo viola el noveno mandamiento; de no hablar falso testimonio contra mi prójimo (en este caso, un portador de la imagen vulnerable y mentalmente inestable), sino que en el ambiente actual, crea daño. Como la Dra. Miriam Grossman, expresa: “Nos enfrentamos a una cruzada, un gigante, que busca demoler al hombre y a la mujer, y su éxito depende del control del lenguaje. Dado este escenario, llamar a un hombre “ella” no es bondad; es una concesión a un plan para controlar nuestras creencias y promover una agenda, un pronombre a la vez”.7
“Llamar a un hombre “ella” no es bondad; es una concesión a un plan para controlar nuestras creencias y promover una agenda, un pronombre a la vez”. – Dra. Miriam Grossman
¿A qué agenda se refiere la Dra. Grossman?
Consideremos solo algunas: la decisión de la Corte Suprema de Obergefell de 2015 que legalizó el matrimonio homosexual en los 50 estados y redefinió el daño para incluir no afirmar la identidad LGBTQ+ de alguien. La decisión de la Corte Suprema de Bostock de 2020 que amplió la Ley de Derechos Civiles de 1964 para incluir la identidad LGBTQ+. La Política Federal Anti-Bullying de la Administración Biden de 2021 utilizada en todas las escuelas gubernamentales que define el acoso como no afirmar la identidad falsa de LGBTQ+.
¿Qué tipo de paz mantenemos al usar pronombres transgénero? ¿La paz que ama la ley y el evangelio? ¿O la paz que negocia nuestra rendición al ídolo LGBTQ+?
Los aliados del viejo movimiento por los derechos de los homosexuales se han convertido en los mentores del movimiento para “liberar” al “niño trans” de su sexo biológico, su futuro reproductivo y la realidad misma. El pecado de normalizar la orientación homosexual se ha transformado en el pecado de la ideología de género. El extraño revoltijo de letras LGBTQ+ se erige como el ídolo reinante de nuestros días, y muchos que se hacen llamar cristianos lo defienden. Llámalo como quieras, es nada más y nada menos que una herejía de rango. Los cristianos que continúan usando pronombres transgénero después de haber sido advertidos lo hacen en detrimento de sus propias almas y de las almas que los siguen.
Los cristianos que usan pronombres transgénero transgreden la ley de Dios de muchas maneras. Algunos hacen esto sin saberlo, tal vez porque aún no se les ha informado que el gobierno federal ha codificado en ley la lealtad LGBTQ+; por lo tanto, el uso de pronombres transgénero no es una cuestión de vocabulario sino de ideología. Pero algunos mantienen el uso de pronombres transgénero porque han transformado el evangelio y han entregado la lente moral bíblica a la personalidad LGBTQ+, el ídolo reinante de nuestros días.8 ¿Cómo peca una persona al usar pronombres transgénero?