El Día del Padre se designa como un día para celebrar a los padres, pero vivimos en una cultura en la cual los padres son ridiculizados. El retrato de los padres en la cultura pop es más que vergonzoso. Un periodista escribe en un artículo titulado, “Ridiculizando a papá: Como los medios presentan a los maridos y los padres como inútiles.”
No es difícil encontrar esto en la programación de la televisión. Si usted ve la televisión, entonces ha sido testigo de cómo se representa el padre moderno como alguien perezoso, incompetente y tonto.
Sólo estas tres características seguramente traerán a la mente un comercial o comedia que personifica a este tipo de hombre.1
¿Cómo deberían los cristianos responder a esta mentalidad hacia los padres? Y ¿cómo debería un padre actuar de acuerdo a un estándar bíblico?
Festividades como el Día del Padre o de la Madre nos proveen una excelente oportunidad para recordar principios y eventos importantes, arrepentirnos de fracasos personales, recalibrar hacia el bien y lo correcto y resolver para preservar la justicia. El día del Padre nos debería de recordar que los padres que temen a Dios sin importar su edad han estado preocupados por que sus hijos caminen en la verdad.
El día del Padre nos debería de recordar que los padres que temen a Dios sin importar su edad han estado preocupados por que sus hijos caminen en la verdad.
En la Biblia, el patriarca Abraham fue elegido por Dios porque “. . . mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio . . . ” (Génesis 18:19). Después de 2,000 años, el Apóstol Juan celebraba la fe de sus hijos espirituales, diciendo: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” (3 Juan 4).
El criar hijos temerosos de Dios sigue siendo la carga y responsabilidad de todos los padres, especialmente padres como dicen las Escrituras: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4; Proverbios 22:6). Este compromiso emula el deseo de nuestro Padre celestial quien “. . . busca descendencia para Dios. . . ” de un pacto matrimonial entre un hombre y una mujer (Malaquías 2:15), y espera que esos hijos pasen la fe a las generaciones que vienen después de ellos (Deuteronomio 6:2, 5–7; 2 Timoteo 2:2).
Vivimos en un alocado mundo que frecuentemente es todo menos piadoso de Dios. Los cristianos necesitan ser sabios al hecho de que nuestra cultura secular está tratando de influenciarnos y a nuestros hijos para rechazar a Dios y vivir como queramos. Este impío, pecaminoso deseo no es nada nuevo, pero necesitamos saber discernir estas influencias tan poderosas.
Desde cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, las sociedades humanas han sido corruptas con todo tipo de pecado en pensamientos, palabra, hechos, actitudes y afección. Las generaciones conduciendo hacia el juicio de Dios en el diluvio exhibieron una contaminación tan grave que Dios eligió juzgar a todo el mundo, salvando sólo al justo Noé y su casa:
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. . . .
Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. (Génesis 6:5, 11–12)
Aun después del diluvio, Dios supo que “. . . el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud. . .” (Génesis 8:21), y esta verdad no ha cambiado a través de la historia. De hecho, el Apóstol Pablo nos advierte que el corrupto comportamiento humano y la inmoralidad se llegarán a ser más prevalentes a medida que avanzamos “hacia los últimos días”:
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita! (2 Timoteo 3:1–5)
Los padres sabios buscan proteger a sus hijos de influencias pecaminosas como la mala compañía (1 Corintios 15:33) y la sabiduría del mundo (Santiago 3:14–16), ayudándoles a perseguir justicia y practicar autocontrol a lo largo que reconocen el juicio que está por venir (Hechos 24:25). Pero no es simplemente aislar a nuestros hijos del mal - debemos ayudar a nuestros hijos a discernir entre el bien y el mal (Hebreos 5:14, 12:7–11) y animarlos a amar y seguir el bien (Salmos 34:14; 2 Timoteo 2:22). A lo largo que les ayudamos, deberíamos acordarnos que “habla más el ejemplo que mil palabras.” Lo que nuestros hijos ven en nosotros en términos de actitudes, afecciones, palabras y comportamientos puede influenciarlos hacia santificación o impiedad.
Aunque Pablo no haya tenido ningún hijo físicamente, ciertamente tuvo muchos descendientes espirituales. Por ejemplo, él se refería a la iglesia de Corintios como sus “hijos amados”:
No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias. (1 Corintios 4:14–17)
Una de las más predominantes preocupaciones que Pablo tenía al escribir su segunda carta a su protegido Timoteo era que Timoteo no se avergonzara “. . . de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios. . .” (2 Timoteo 1:8). En el contexto de un malvado y pecaminoso mundo, Pablo quería que Timoteo . . . se esforzara “en la gracia que es en Cristo Jesús” (2:1). Pablo completamente reconocía que su vida proveía un modelo para Timoteo y los demás para seguir. Él cuidadosamente vivía su vida en Cristo, sabiendo que los demás estaban observándolo.
Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución. (2 Timoteo 3:10–12)
En su breve elogio en 2 Timoteo 3:10–12, Pablo identificó varios aspectos observables sobre su vida a los cuales los padres deberían poner mucha atención:
Un padre piadoso pone mucha atención a su propio ejemplo, sabiendo que sus hijos y otros lo están observando y pueden seguir su ejemplo.
Un padre piadoso pone mucha atención a su propio ejemplo, sabiendo que sus hijos y otros lo están observando y pueden seguir su ejemplo. Anteriormente Pablo había exhortado a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:16). Ésta es la razón por la que nos quiebra el corazón ver a padres mezclando su cristiandad con la religión de la evolución e ignorando la doctrina de la creación. Es un mal ejemplo para los niños de la próxima generación. Nuestra mentalidad como padres físicos o espirituales debería seguir las expectativas de Pablo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).
Mientras presta mucha atención a estas cosas, un padre piadoso también recuerda que su propio ejemplo no es garantía de la fe de sus hijos, pero tampoco son sus fracasos una garantía de la catástrofe espiritual de sus hijos. Nosotros y nuestros hijos podemos alejarnos de nuestro pecado, y nuestro padre celestial está dispuesto a perdonar y limpiar un alma pecadora. Tal como el piadoso Ezequías engendró al vil Manasés (que después se arrepintió), así también el malvado Amón engendró al justo Josías. La influencia de un padre puede poderosamente afectar a otros, y él tiene que cumplir fielmente sus responsabilidades, pero debemos dejar los últimos resultados a nuestro Dios justo. Feliz Día del Padre, y que el Señor les dé los frutos de su labor.