Desde temprano en la historia, los humanos han estudiado las estrellas y han dado nombres a las agrupaciones únicas llamadas constelaciones. No sabemos quién ideó los nombres de las constelaciones o los nombres de las tantas estrellas famosas, pero hay muchas teorías al respecto.
Una teoría, propuesta en el siglo XIX, es que las constelaciones representan los vestigios de un evangelio primitivo que dio Dios a los primeros hombres. A este punto de vista le llamamos “evangelio en las estrellas”. De acuerdo a esta teoría, Dios presentó Su plan de salvación a Adán, y tanto Adán como sus primeros descendientes preservaron ese conocimiento por medio de darles nombre a las constelaciones y estrellas. Con la llegada de la Palabra escrita de Dios, el mensaje del evangelio en las estrellas ya no fue necesario y cayó en desuso. Con el paso del tiempo, el hombre impío pervirtió el evangelio original en las estrellas, mezclándolo con mitología pagana y, finalmente, convirtiéndolo en la religión de astrología.
La mujer inglesa Frances Rolleston supuestamente redescubrió esta verdad escondida por tanto tiempo y publicó su obra 140 años atrás en Mazzaroth. Desde entonces, muchos autores han aceptado el trabajo de Rolleston sin críticas.
Datos rápidos:
Rolleston asumió que el hebreo es el lenguaje más cercano al de Adán, lo cual es una creencia común entre cristianos pero no es necesariamente cierta. Ella también asumió que la pronunciación y un poco más fueron alterados en Babel. Basados en estas suposiciones, Rolleston investigó el lenguaje hebreo para palabras con sonido similar en otros idiomas (homófonas) para hacer coincidir nombres de estrellas y constelaciones.
Por ejemplo, Rolleston razonó que el latín fue derivado del etrusco, el cual fue derivado del asirio, y puesto que el asirio era un lenguaje semita, probablemente se derivó del hebreo. Así, Rolleston pensó que podría encontrar significados de nombres latinos de raíces hebreas. Dada la alta naturaleza especulativa de esta propuesta, sus conclusiones en conceptos particulares del hebreo son muy sospechosos en el mejor de los casos.
Como un ejemplo de la metodología de Rolleston, considere Ud. el significado que encontró para la estrella Deneb, la estrella más brillante en la constelación Cygnus. Ella concluyó que era una perversión del hebreo dan, lo cual significa “juez”.
Debido a que los escribas del hebreo añadieron marcas para las vocales mucho más tarde, uno pudiera suponer que eso es posible. Como sea, ¿por qué buscar algún otro significado arábigo cuando funciona muy bien el tradicional? La palabra árabe Deneb significa “cola”, y marca la cola de Cygnus. Incidentalmente, algunas otras pocas estrellas contienen Deneb como una porción de sus nombres, y en cada caso eso apunta a las colas de sus respectivas constelaciones. Aun así Rolleston persiste en su re-interpretación de las palabras.
El nombre orión aparece tres veces en la Biblia (Job 9:9, 38:31, Amós 5:8). Rolleston notó correctamente que Chesil es la traducción hebrea de “Orión” en las tres instancias y que la tradición hebrea normalmente identificaba a Orión con Nimrod. Orión es un cazador, y Nimrod era un cazador poderoso ante el Señor (Génesis 10:9), así, esta conexión tiene sentido.
Rolleston vio a Orión como un tipo de Cristo. En la mayoría de los gráficos de estrellas una liebre reposa bajo los pies de Orión, pero Rolleston notó que en algunos gráficos antiguos una serpiente reposa debajo de los pies de Orión. Probablemente, la serpiente ha mordido o herido el talón de Orión, pero Orión está aplastando la cabeza de la serpiente en cumplimiento de la primera profecía mesiánica (Génesis 3:15). Ella también notó que en algunas mitologías Orión era picado por un escorpión hasta morir. Algunas de esas historias tienen a Orión picado en el pie, pero otras no especifican donde es que le picó el escorpión.
Hay varios problemas con esta interpretación. Primero, un escorpión no es una serpiente. Decir que un escorpión ilustra Génesis 3:15 es un tremendo esfuerzo. Segundo, hay otras historias sobre la muerte de Orión, así que Rolleston fue muy selectiva en cuanto a cuáles historias quiso usar y cuáles quiso ignorar. Entonces, ahí está el asunto de la identificación de Cristo con Nimrod, quien es difícilmente un personaje positivo en el Antiguo Testamento.
Mucho más problemático es la palabra hebrea usada para Orión. En otra parte en el Antiguo Testamento esta palabra se traduce como “necio”. Por ejemplo, Chesil es la palabra traducida como “necio” 8 veces en Proverbios 26. Así, por el nombre hebreo para él, podemos ver que Orión no es un individuo digno de respeto y devoción. Igualar esta necedad con un tipo de Cristo raya en blasfemia, y los cristianos deben considerar esto como ofensivo. Si Rolleston ha sido tan experta en el hebreo como se requiere para hacer estudio de palabras, entonces ella debería haber sabido que la palabra hebrea para Orión es la misma que “necio”.
Pero hay una objeción mucho más seria para el evangelio en las estrellas: contradice los textos bíblicos. El Nuevo Testamento llama al evangelio un “misterio” (1 Corintios 2:7; Efesios 6:19, 3:8–12; Colosenses 4:3). En el Nuevo Testamento, un misterio es algo que previamente se desconocía pero ahora se nos ha revelado. Romanos 16:25–26 establece que este misterio estaba escondido por largos tiempos y fue revelado por medio de escritos proféticos (es decir, en el Antiguo Testamento, no en las estrellas). Primero Corintios 2:8 nos dice eso, si los príncipes de este siglo hubieran conocido este misterio: “. . . no hubieran crucificado al Señor de gloria”. Primero Pedro 1:10–12 sugiere que, mientras los profetas “indagaron diligentemente”, fallaron en comprender completamente el evangelio antes de tiempo.
¿Hay algo que podamos sacar de todo esto? A pesar del daño forjado por los proveedores del evangelio en las estrellas, sorpresivamente la respuesta es sí, lo hay. Hablando de las constelaciones, tales como en los espectáculos planetarios, podemos hacer paralelos con verdades espirituales. Por ejemplo, una discusión de Virgo la virgen puede guiarnos fácilmente a una discusión de la concepción y nacimiento de Cristo. Esto no es muy diferente a usar parábolas como lo hizo Jesús. Él aludió a ejemplos del día a día que sus oidores pudieron relacionar con lo que Él decía. También es similar a lo que hizo Pablo en su sermón en el Areópago (Hechos 17:23–31), donde Pablo tomó la inscripción de un santuario pagano y se adentró en el mensaje del evangelio. Incluso, Pablo citó de un poema de Aratus que describía muchas de las constelaciones.
La belleza de la obra de Cristo no requiere que la embellezcamos con verdades a medias o errores francos. La clave para nosotros está en compartir el evangelio con simplicidad, integridad y fervor.